Charco de sangre

Imagen cortesía Pexels

Por Katya López

Nada me perturbaba más que la muerte, pero, ¿quién no tendría miedo de ella? Si aprovecha para improvisar y aparecer de manera inesperada; casi siempre ruidosa, de vez en cuando silente y en ocasiones llega como una buena amiga.

En medio de la oscuridad rogué por tu llegada y tú simplemente permitiste que me hiciera trizas; el dolor y el sufrimiento no paraban, ese ardor en mi vientre seguía sin cesar, en cada embestida mi cuerpo agonizaba y sólo pensaba en cuándo terminaría esto. Grité, lloré, empujé y pataleé, pero nada fue suficiente para liberarme de ese demonio del cual era prisionera, cada segundo parecía una eternidad y no llegaba el fin de su tortura. Miré su rostro un instante, su mirada vacía y su sonrisa helaron mi alma, sin duda, gozaba de mi sufrimiento. Dejé de sentir dolor después de que su cuchillo resbalara por mi garganta, al ver mi reflejo en ese charco rojo también te vi frente a mí, tardaste pero al final apareciste, tu llegada fue amarga y aun así te recibí como a una vieja amiga para desvanecerme a tu lado.

Deseaba no haber salido esa noche ni ser tan amable con aquel hombre que me pidió la hora, tal vez al guardar silencio no me hubiera seguido y arrinconado hasta despojarme de mis pertenencias, mi ropa y mi virtud, ojalá hubiera sido más valiente y fuerte para huir de él, pero, ¿de qué serviría? Encontraría otra víctima para hacerle lo mismo. No estaba sola, seguramente después de mi muerte mis padres y amigas saldrán a buscarme hasta encontrar mi cuerpo y darle un justo descanso, marcharán por mí porque esa noche fui yo y mañana podría ser una de ellas, no guardarán silencio hasta vengar mi muerte.

3 comentarios sobre “Charco de sangre

Los comentarios están cerrados.