Minificciones 14 de febrero

Imagen cortesía Pexels

Por Literoblastos

Hola, otra vez

Por Katya Massiel López

Las vueltas que da la vida, un simple guiño puede ser el inicio o el final de una amistad.
Me encontraba caminando por la calle Libertad, en Guadalajara; por la calle de enfrente estaba el Instituto Argentino de Artes Culinarias, la cual captó mi atención, pero no lo suficiente para entrar y preguntar por inscripciones, así que pasé de largo hasta llegar a la avenida Chapultepec. Estaba tan inmersa en mi móvil que no me fijé en el semáforo en color rojo próximo a ponerse en verde, se me hizo fácil cruzar la calle y a la mitad, un auto pasó sobre mí, por supuesto morí al instante…
Desperté en un mundo intermedio entre el cielo y el infierno, ese lugar donde designan a qué lado perteneces, arriba con Dios o abajo con el Diablo, después me desplacé entre una nube de vapor y pétalos de cempasúchil hasta llegar a una pantalla, al frente se encontraba un Ángel para darme la bienvenida, el pásame por mi muerte y lo que debía hacer los próximos 5 minutos (que parecerán una eternidad) para poder regresar a la tierra, debido al error de mi fallecimiento. El Ángel encendió la pantalla y con un sutil movimiento de dedos comenzó a mostrarme mis días hasta el instante en que morí, todavía no lograba entender que pasaba, ¿acaso era un sueño, una pesadilla o un milagro, por estar diciendo cada 5 minutos “ya llévame Diosito” y por fin se me había cumplido?, aquél ser espiritual se percató de mi confusión y procedió con toda confianza a pellizcarme en el brazo para que entrara en razón.
—Por ser nuestro error tienes derecho a elegir entre ir al cielo o regresar a la tierra —finalmente habló con un tono de voz “angelical” —. Tu decisión será la que decida tu futuro, sé prudente y elige bien, de lo contrario no habrá una segunda oportunidad.
Antes de poder pronunciar alguna palabra, la pantalla empezó a transformarse en un cubo de Rubik, el Ángel me dijo que debía completarlo para ver mi futuro en la tierra si decidía regresar, de lo contrario, si mi decisión era subir al cielo, debería estar calmada hasta visualizar la entrada en donde San Pedro entrega el kit de bienvenida.
Luego de pensarlo, acepté continuar viva, ¿Quién en su sano juicio diría que no? A final de cuentas 24 años no eran muchos y realmente quería saber qué habría pasado si no me hubiera aventado ese auto, también pensaba en mi familia y amigos, no se me hacía justo ser egoísta y quedarme muerta, eso me dio valor de hacer lo posible para resolver el cubo.
—Para cuándo logres resolverlo, ya habrán pasado 80 años, y si en ese tiempo no lo lograste, te irás al infierno con Lucifer, quien te dará azotes de bienvenida, debo admitir que es un castigo injusto, pero yo no pongo las reglas aquí.
Dejó de parecerme dulce una vez que mencionó los azotes y el infierno; sin pensarlo, comencé a mover cada lado, en un par de minutos ya habían pasado 30 años y a mi piel le aparecieron arrugas. No me percaté de cuando lo terminé, sólo comencé a escuchar aplausos y felicitaciones de parte del Ángel, los colores del cubo comenzaron a tornarse de color blanco hasta regresar a la forma de pantalla, después empezó a reproducirse el momento antes de morir y a su vez el mensajero de dios iba narrando el suceso con voz pacifica…
—Vas caminado tranquilamente con el celular en la mano, levantas la cabeza y llama tu atención el instituto, decides cruzar la calle y entrar, en el lobby están unas escaleras que dan al segundo piso, de ellas desciende un chico, aunque no es el más apuesto, logró cautivarte, incluso más que la escuela, el joven, de nombre Ruben te guiña el ojo y tú te sonrojas, le regresas la sonrisa y sutilmente caminas hacía una persona que se encuentra en un escritorio y pides información para inscribirte —Guarda silencio hasta quedar en blanco la pantalla.
—Es momento de regresar —dije finalmente mirando al Ángel.
—Has hecho un buen trabajo—dijo mientras movía ambas manos en círculos.
Mi cabeza comenzaba a sentirse pesada, todo daba vueltas como si se tratara de un torbellino llevando a Dorothy a Oz, pero en lugar de ir a ese fantástico mundo, regresé al momento exacto en donde vi el instituto. No sabía si aquel mundo divino era real, o sólo una alucinación por haberme estrellado contra un poste de luz; continúe caminando con el celular en la mano y en el reflejo otra vez tenía 24 años, ahora sabía qué hacer para no morir otra vez (si es que eso realmente no lo aluciné), crucé la calle mirando a ambos lados hasta llegar a la entrada del instituto, solté un suspiro y abrí la puerta para entrar al lobby, volteé hacia arriba y ahí estaba él bajando las escaleras, lo miré descender, obviamente el sintió mi mirada y finalmente ambos nos cruzamos y nos sonreímos con un poco de pena.
—¡Hola!, —dije en voz baja, esperando a que él me reconociera, aunque claramente eso no iba a pasar.
—¡Hola!, —responde a mi saludo amablemente…
En ese momento lo supe, tomé la decisión correcta y de eso no dudaba, pues gracias a ese instante entre ambos se creó un vínculo de amistad y cariño en donde juntos compartimos el amor y la pasión por la gastronomía.

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La tercera es la vencida

Por Alejandra Maraveles

El personal en la oficina de Cupido había ido en aumento durante el paso de los siglos. Cada que surgía un nuevo Cupido se le agregaba una numeración a su nombre.
Cupido 23 había dado muy buenos resultados en la antigüedad, pero su estatus había cambiado a finales del siglo XV, cuando se le había asignado el encargo del flechazo de Juana de Castilla, mejor conocida como Juana la loca. Después de esa debacle lo habían encarcelado para que pensara en sus errores.
A mediados del siglo pasado le volvieron a dar una oportunidad que acabó de igual forma desastrosa. “¿Quién iba a pensar que Diego no quería igual a Frida como ella lo quería?” se excusaba. A consecuencia de esta ocasión fue puesto en arresto domiciliario.
Hacía varios años que le habían permitido volver al trabajo, con la condición de que pusiera especial cuidado en sus investigaciones y tuviera cuidado a dónde dirigía su flecha.
Ahora estaba enfrentando el juicio del milenio. Por tercera vez consecutiva había arruinado su puntería. “Ahora Shakira ha sacado incluso una canción de despecho” había dicho el fiscal. El juez dio la sentencia, “Dos siglos de encarcelamiento”. Cupido 23, no se sentía desanimado, seguía insistiendo en que un error lo comete cualquiera y aunque la tercera es la vencida, estaba seguro de que no existe quinto malo.

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La rosa

Por Missael Mireles

Sellaron su amor con una rosa, vestidos de negro.
-Te amo- murmuró la dama. Él respondió acariciando su rostro. Dejaron caer la flor escarlata. Un hilo de sangre brotó de sus pétalos.
Entraron juntos en el ataúd, esperando su descanso al llegar el amanecer.

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Porque te amo

Por Maggo Rodríguez

Si me preguntas hasta dónde te quiero, yo responderé “diez veces de ida y vuelta a la Feria del Elote de Tesistán y más allá”.
Si me pides una prueba de amor, yo sería capaz de comerme una torta ahogada en bolsita, aunque estuviera toda aguada y juro que no le haría gestos.
Porque nuestro amor es más dulce que las jericallas, ni la miel de los buñuelos del Santuario se le compara.
Así que toma mi mano y vayamos juntos a comer por toda la ciudad, taquitos o lonches me dan igual, mientras sea a tu lado.

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