
Por Missael Mireles
I
Paula miró la nota, pensó que no era necesario leerla, ella creía saber lo que ocurriría con Andrés, sin embargo, no estaba del todo segura:
“Pau, mi amor, hay algo que me gustaría que supieras, tiene que ser en persona; al medio día, cuando el reloj marque las doce y cuarto, estaré esperándote en la costa, junto a las palmeras que forman una “X”, tal vez no podamos charlar, pero ahí estaré, te amo.”
Ella rompió en llanto…
II
La habitación 512 del hotel Paradise quedó completamente limpia y ordenada, en menos de quince minutos. Andrés había solicitado el servicio de limpieza después de que terminó de escribir la nota, la cual llevaba consigo mismo, en el bolsillo de su bermuda, optó por dar su último paseo por la magnífica costa de Bassa, en Ibiza.
Después del paseo, volvió a la habitación y dejó la nota en el tocador, a la vista de Paula. Fijó su vista en el papel y, acto seguido, salió de nuevo rumbo a la costa, para cumplir con su desdichado deseo…
III
Andrés era un hombre de treinta años recién cumplidos, una persona normal en todos los sentidos; nació en Guadalajara, sus padres eran unos honrados profesores en la facultad de medicina.
Le fascinaba jugar tenis, desde niño solía participar en torneos escolares y nacionales. Ganó en algunas ocasiones, incluso llegó a llamar la atención de algunos entrenadores profesionales del CODE.
Ingresó a la universidad tras cumplir los diecinueve, estaba decidido en estudiar ingeniería civil, pero no tenía planeado dedicarse sólo a su carrera, pues con tantos años de experiencia no figuraba en sus opciones abandonar el tenis. Conoció muchas personas en la universidad, algunos fueron sólo amigos temporales, otros realmente valían la pena, pero había uno en especial, Omar, quien nunca lo defraudó, ni le causó ninguna decepción, él jamás renunció a su amistad con Andrés. Aparte de ser compañeros de clase durante la mayoría de las asignaturas que abarcaba la carrera de ingeniería, solían juntarse todos los viernes con otro amigo de la universidad, Ezequiel, para beber cervezas, ya sea que fuesen de calidad o no, y para jugar una larga jornada de póker.
Andrés no era muy bueno con las cartas, al principio solía cansarse durante las eternas rondas que siempre concluían alrededor de las tres de la mañana, pero aquello no lo molestaba en absoluto, la amistad siempre fue una de sus prioridades.
IV
Omar organizó una fiesta que él consideraba épica para festejar: “sus veinte años”, un miércoles quince de junio. En su inmensa lista de invitados figuraban, aparte de Andrés y Ezequiel, quienes la encabezaban, varios amigos de su infancia, todo el equipo de futbol americano en el que entrenaba, incluso había invitado a una chica a quien tenía poco de haberla conocido, pero él creía que ella era un claro ejemplo de esas personas que llegan para quedarse, su nombre era Paula.
La fiesta se llevó a cabo en una terraza que Omar había rentado con el dinero ahorrado durante casi seis meses, tenía sus ventajas el trabajar como cocinero en un restaurante de comida italiana.
Fue una celebración excelente para Andrés, tal vez la mejor en la que había estado, fue ahí donde vio por primera vez a Paula, hubo un momento en el que creyó que se trataba de la novia de su amigo festejado, pero descartó aquel pensamiento, pues si realmente lo era, Omar se lo hubiera contado.
Andrés y Paula se conocieron gracias a Omar, Ezequiel trataba de conquistar a una hermosa modelo amiga del festejado, pero fracasó, ya estaba ebrio, ni siquiera sabía si lo que tomaba del vaso en el momento en que trató de llamar la atención de la modelo era cerveza, o sus propios orines.
V
Dos años pasaron desde aquella fiesta épica, el grupo de amigos continuaba con sus vidas estudiantiles, comunes y corrientes, Andrés estaba orgulloso de tener una relación verdadera con Paula, Ezequiel pudo conseguirse a una joven atractiva que estaba a punto de terminar la preparatoria. En esa ocasión Ezequiel realmente tuvo suerte, la conoció estando sobrio. Omar era el menos afortunado en lo que concierne a las relaciones, tenía poco de haber terminado con la modelo (sí, es verdad, la de su fiesta de veinte años), sin embargo no recayó en la depresión, al contrario, tal vez perdió a una chica tan bella que casi se le comparaba con una diosa, pero él poseía un muy preciado tesoro: sus amigos.
VI
Todo marchaba tan bien entre ellos, era casi una vida perfecta, pero Andrés nunca contó con que un día, gracias a sus crecientes excesos, llegaría una verdadera tragedia, esto fue lo que ocurrió:
Era un sábado normal, primero de Abril, Andrés y Omar asistieron a la despedida de Ezequiel, quien había logrado obtener una beca para continuar con sus estudios en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires, no volvería a ver a sus amigos hasta finalizar su carrera. La mayoría de las personas presentes en la casa de Ezequiel ya estaban pasados de copas cuando Andrés y Omar llegaron, el único que estaba casi intacto por el alcohol era el anfitrión, había hecho una promesa de no tomar tanto tiempo atrás y la había cumplido.
Pero sus amigos recién llegados decidieron unirse al grupo de los ebrios, bebieron como lo hacían los vikingos tras ganar una batalla, así continuaron durante media hora…una hora…varias horas.
Andrés y Omar estaban dispuestos a marcharse, completamente ebrios, pero Ezequiel no permitiría que se marchasen en ese estado, si es que habían llegado en auto, Omar lo negó, le dijo que tenían pensado llamar a un supuesto tío de Andrés para que los llevara a casa, mintió. Se despidieron de Ezequiel, estaban tristes, pero sabían que dentro de unos años volverían a ver a su amigo convertido en un destacado ingeniero, compartieron un abrazo entre los tres, Ezequiel no tenía la más mínima sospecha de que sus amigos realmente llegaron a su casa en el auto de Andrés, y pensaban regresar de la misma manera.
Tuvieron dificultades para llegar al auto, y más cuando trataron de encenderlo, después de unos cuantos intentos lo consiguieron, era obvio que aquello era una sentencia de muerte, pero a los ebrios amigos no les importó.
Omar conducía, rebasando los cien kilómetros, ellos tan sólo cantaban y gritaban las letras de las canciones que sonaban en el radio del auto, causando unos cuantos daños ligeros a su paso. Tardaron en darse cuenta de que una patrulla los perseguía, y en lugar de detener el auto y respetar la ley como buenos civiles, actuaron como si estuviesen en una escena de alguna película de acción, riendo como salvajes hienas, hasta que aquella carrera peligrosa llegó a su fin…
El auto terminó estampado en un poste de avenida Juárez, a una cuadra de la catedral de la ciudad, pero ellos no sufrieron daños severos, sólo unas cuantas heridas, los policías detuvieron la patrulla justo detrás del Chevy de Andrés, los bajaron con cuidado para después esposarlos:
-¡ÉL, ÉL TIENE LA CULPA, ME EMBORRACHÓ Y ME SECUESTRÓ, MI AMIGO ME SECUESTRÓ!- gritaba desesperado Andrés, no tenía ni la menor idea de lo que decía, todavía estaba bajo el poder del alcohol, y justo en el momento en que iban a colocarle las esposas a Omar, éste logró zafarse de las manos del oficial, trató de huir, al oficial no le quedó más remedio que correr tras él, era imposible que Omar hubiera logrado escapar de la policía, sobre todo, estando igual de ebrio. Hubo un momento en que la presa y su cazador desaparecieron de la vista de Andrés y el compañero del oficial, fue ahí cuando ocurrió la verdadera tragedia: disparos, una lluvia de disparos surgió, resonando en la noche, Andrés volvió en sí, en cierto punto, fue como si aquel estruendo lo hubiera obligado a que reaccionara un poco, estaba más que impactado, cayó desmayado.
El ligero llanto de una mujer lo despertó, poco a poco, abrió los ojos, y se dio cuenta de que estaba enjaulado en la delegación, la mujer que lloraba era Paula, él se levantó para acercarse a ella, aún estando divididos por las rejas pudieron juntar sus manos, eran casi las tres y media de la mañana, Andrés, arrepentido y acabado, se unió al lamento de Paula, ninguno podía creer lo que había pasado unas horas antes, mucho menos él, que fue el culpable de la muerte de Omar…
VII
El tiempo transcurría, cada semana significaba una eterna sesión de tortura para Andrés, aquella trágica noche, el inesperado incidente, todo eso lo atormentaba día tras día. Huyó de la ciudad junto con Paula para exiliarse en España, Barcelona fue su destino. Entre sus planes figuraba terminar allá su carrera, ambos tenían veinticinco años en ese entonces y Paula logró superarlo, pero no fue igual con Andrés, vivía en un verdadero infierno, aun así, trataba de hacer hasta lo imposible para rehacer su vida, aunque le resultaba imposible.
VIII
Ocho años, ocho largos y dolorosos años habían pasado desde la muerte de Omar, Andrés y Paula lograron casarse cuando tenían veintisiete años, pero eso no le bastó para poder olvidar todo aquello, cada noche el sueño de Andrés se veía perturbado por pesadillas, profundas y macabras.
El día de su aniversario, él decidió llevar a Paula de viaje por las playas españolas, teniendo a Ibiza como preferencia, ella siempre había soñado con conocer la costa de Bassa, y pensó que sería una perfecta opción para intentar sanar a su marido, costase lo que costase. Se hospedaron en un hotel que se consideraba uno de los más lujosos de toda España, el Paradise, la primera noche fue, hasta eso, normal, Andrés parecía sentirse mejor, y eso provocó felicidad en Paula, después de ocho años, parecía que todo el sufrimiento se había desvanecido, podrían llevar una vida en pareja exitosa, regresar a Guadalajara para ser una verdadera familia con tres o más hijos, hasta que…
La tercera noche que pasaron en el Paradise fue igual que las dos anteriores, se fueron acostar temprano, estaban cansados por todas las actividades deportivas en las que participaron durante el día. En plena madrugada, un frío insoportable le arrebató el sueño a Andrés, pero se llevó un gran susto cuando vio donde se encontraba tras haberse despertado: en la avenida Juárez, a una cuadra de la catedral de Guadalajara. Se levantó del pavimento, el frío se había desvanecido, el solamente se quedó parado, observando extrañado a su alrededor, cuando escuchó el estruendo de unos balazos que resonaban en el umbral de la noche, Andrés comenzó a asustarse, y su miedo aumentó cuando se percató de algo más.
Una voz de ultratumba que había surgido de la nada: “Andrés…Andrés”, pronunciaba su nombre, un escalofriante alarido que hacía eco entre las calles del centro de Guadalajara, Andrés no sabía qué hacer. Alguien se acercaba, podía escuchar sus débiles pasos con claridad, se dirigían hacia él, a sus espaldas, Andrés hizo un esfuerzo inmenso para mirar hacia atrás…ahí estaba el cadáver Omar, con su ropaje manchado de sangre, su cráneo y su torso estaban agujerados
-Hola, viejo- susurró el cadáver- tú me mataste, ¿recuerdas? ¿Recuerdas que me delataste y que morí por tu culpa?
Un grito de terror se escapó de la garganta de Andrés, eso provocó que despertara, Paula seguía dormida. El sol se asomaba por la ventana, acariciando con sus cálidos rayos los cuerpos de la pareja. Sin duda, aquella fue su peor pesadilla, y la última, pensó demasiado en una manera de acabar con todo eso, y se le ocurrió algo, tal vez no era lo correcto, pero no lo dudaría más, estaba decidido.
Esperó unos minutos a que se despertara Paula, y una vez que esta lo hizo, se dispusieron a desayunar en uno de los restaurantes del hotel, Andrés no le contó nada sobre su pesadilla, no le contó que vio el cadáver vivo de Omar, pues con el hecho de recordarlo le provocaba horror, probablemente, esa sería la última vez que sentiría miedo. Después de desayunar, Paula le sugirió que fueran a la zona de la piscina, para averiguar cuáles actividades se realizarían ahí, ella optó por el water polo, pero Andrés prefirió regresar a la habitación, con el pretexto de que quería leer un poco, le dijo que después volvería con ella, Paula no tenía la más mínima sospecha de las intenciones de su marido.
Andrés caminó por los frescos pasillos del Paradise, abrumado, él sólo quería terminar con todo, tener paz, sus pensamientos eran un mural de varias ideas, coherentes e incoherentes, buenas y malas, un yinyang psicológico. Dio un gran suspiro al llegar a la habitación, no estaba hecha un desastre, pero tampoco estaba del todo ordenada, se sentó en la cama distendida. Su mente estaba transformada en un manicomio, pero él sabía que pronto descansaría; “éste es el fin” pensó. Comenzó a escribir una nota para Paula, no precisamente relatando la verdad entera, sólo dándole una pista, las lágrimas cayeron de sus ojos hacía el papel, tenía miedo, no por su macabra pesadilla donde vio a Omar convertido en un muerto putrefacto, sino por su decisión, su definitiva decisión. Llamó a la recepción del hotel para solicitar el servicio de limpieza, había terminado la nota cuando hizo la llamada, aún se sentía perturbado, optó por dar un último paseo por la playa, eran las once de la mañana, Paula seguía disfrutando de los juegos que realizaban instructores bronceados en la piscina del hotel, aumentaba su tristeza cuando pensaba en ella, en el dolor y la soledad que sufriría cuando él se haya marchado.
Salió de la habitación, convencido de su torpe acción que estaba por realizar, caminó hacia la playa, los pasillos estaban en su mayoría vacíos, pero en el área de la piscina, en los restaurantes, en la costa, se respiraba vida, Andrés quiso contagiarse de ella, para que lo hiciera entrar en razón, pero fue inútil. Por fin se encontraba parado en la arena, traía puestas sus bermudas color café claro, la brisa de la costa logró tranquilizarlo un poco, a su derecha, unas palmeras que se cruzaban entre sí como si formasen una gigantesca “X” adornaban esa parte de la playa, caminó hacia el mar, pero en ese momento logró concentrarse en la gravedad de lo que estaba a punto de cometer, sintió como si estuviese hipnotizado mientras avanzaba. Vislumbró un montón de rocas, estaban cerca de él, eran lo suficientemente grandes como para esconderse ahí, lejos de gente entrometida, en esa parte la marea aumentaba de un tamaño suficiente para cubrir todo su cuerpo, el lugar perfecto.
Se quedó quieto, nervioso, el fin estaba cerca, todo terminaría para él, las pesadillas, el inmenso sentimiento de culpa imperdonable, Paula…todo. En ese instante, recordó una canción; “In My Life” de los Beatles, comenzó a cantar en voz baja: “hay sitios que recordaré toda mi vida, a pesar de que algunos han cambiado, unos por siempre, no para bien, algunos se han ido y otros aquí sigue, todos estos sitios tienen sus momentos, con amantes y amigos que aún puedo recordar, algunos están muertos y otros aún viven, en mi vida los amo a todos”. La marea comenzó a subir, a la altura de su pecho, que en cuestión de segundos aumentó hacia su boca, todavía pensaba en la canción, esa era su manera de disfrutar sus últimos momentos de vida, “adiós, adiós Paula, te amo, adiós a mis padres, adiós Ezequiel, adiós a todos”
Fue ahí cuando ocurrió algo que le obligó a reaccionar…
A unos metros de donde él se encontraba, una niña golpeaba el agua desesperadamente, Andrés la miró, pensó que sólo estaba jugando, se acercó un poco para cerciorarse, la niña comenzó a gritar: ¡Se ahogaba! ¡La niña se estaba ahogando! Andrés interrumpió su muerte, no había nadie más en los alrededores, sólo estaban ellos. Dio un salto hacia la niña, que poco a poco dejaba de moverse, él se asustó, cuando sujetó a la niña entre sus brazos, le tocó la yugular, todavía tenía pulso, estaba viva, la sacó del mar, para después recostarla en la arena, le dio respiración de boca a boca sin parar, una joven pareja se acercó a ellos, la mujer lloraba, pero la niña reaccionó, gracias a Andrés, la mujer abrazó a su hija, su llanto había cesado, ella y su marido le agradecieron con gran entusiasmo, incluso le dieron una bendición. Repentinamente, Andrés comenzó a sentirse cansado, le faltaba el aliento, y en un momento dado, se desmayó.
IX
Lo primero que vio cuando se despertó fue a Paula, sonreía con los ojos llorosos, a su lado estaban la pareja y su hija, a quien él había salvado, ellos también sonrieron cuando lo vieron despertar, estaban en una habitación de hospital. No sabía qué era lo que le había ocurrido, Paula se lo explicó: le había dado un golpe de calor, al parecer duró demasiado tiempo parado esperando a que subiera la marea, y empeoró cuando le dio respiración a la niña, pues le había dado el poco aire que le quedaba. La familia se despidió de ellos, la niña le dio un beso en la mejilla a Andrés, y justo en el momento en que ellos salieron, alguien más iba entrando: Ezequiel. Su presencia dejó sorprendido a Andrés, le preguntó qué hacía ahí, en Ibiza, a lo que Ezequiel simplemente respondió: “estaba de vacaciones”. Él se sentía feliz de haber visto a uno de sus mejores amigos, después de casi diez años, Andrés y Ezequiel se abrazaron.
-Traje a alguien más Andy- dijo Ezequiel, quería darle una gran sorpresa.
Después de haber dicho, otra persona más iba entrando en la habitación donde se encontraba Andrés, no pudieron ver de quién se trataba, sólo podían escuchar sus pasos, pero cuando entró, Andrés creyó que estaba a punto de desmayarse otra vez, Paula experimentó lo mismo… ¡Omar! ¡Era el mismísimo Omar! ¡Estaba vivo!
Andrés lloró, esta vez era de felicidad, no podía creer lo que sus ojos veían, Omar, a quien todos creían muerto, estaba ahí, parado frente a él, Andrés se levantó casi saltando de la cama, corrió para abrazar a su amigo, aquello era una especie de milagro, Paula y Ezequiel se unieron al abrazo, y en ese preciso instante, Andrés se sintió como alguien nuevo, pues había vuelto a nacer.