
Por Katya López
Yo soy el alma de tu padre, destinada por cierto tiempo a vagar de noche, y aprisionada en fuego durante el día, hasta que sus llamas purifiquen las culpas que cometí en el mundo…
Escena XII
Hamlet y la sombra del Rey Hamlet
Hamlet
William Shakespeare
Los fuertes vientos de invierno recorrían mi piel, procuraba darme calor con mis manos para disminuir el frío y llegar con vida hasta un refugio. ¿En qué momento había decidido salir de mi cálida habitación en el colegio para adentrarme en el bosque?, odiaba la naturaleza, sin embargo me encontraba caminando entre la penumbra, no sabía cómo había llegado hasta el bosque yo sola y desnuda bajo aquella borrasca de viento que resonaba entre los árboles, no podía pronunciar una sola palabra, pues al mínimo intento los labios me temblaban como un par de cascabeles, conforme iba recorriendo la arboleda, descubría entre el suelo partes de mi ropa casi congelada, y en mi mente me preguntaba ¿Por qué me había quitado la ropa?, por lo menos ahora podía cubrirme un poco, intentaba colocármela, pero era difícil pues el movimiento me provocaba ardor en la piel y mis frágiles huesos rechinaban; pensaba en tantas cosas, tantas preguntas y ninguna respuesta. Luego de un largo recorrido, por fin pude visualizar unas luces lejanas, sentí alivio aunque me faltaba un largo recorrido hasta estar cerca de ellas.
—¿Cuándo terminará esto? Si hay algún Dios allá arriba, te pido me permitas llegar sana y salva —dije para mí, como si realmente algo pudiera ayudarme.
Después de una eternidad caminando, al fin veía las luces a unos metros de mí, pero al llegar hasta ellas, todo se tornó oscuro, no había rastro de personas alrededor, sólo algunas cabañas viejas, como pude me desplacé lentamente entre ellas para guiarme y poder entrar en alguna y usar una manta que me diera calor.
—¡Qué noche!, debe de ser ésta una pesadilla —murmuré para que no me oyeran, como si de una delincuente escondida se tratara —, ¿acaso me habrán puesto algo en la cena?, ni siquiera logro recordar en que momento de la noche decidí que era buena idea caminar a oscuras en el bosque.
De pronto, un entumecimiento empezó a expandirse por mi cabeza, al sobarme, descubrí que mi cabello estaba húmedo y sentía ardor como si me hubiera golpeado, de la nada, las luces volvieron a encenderse, permitiéndome ver todo alrededor, al mirar mi mano, ésta se encontraba manchada de sangre, intentaba recordar si en algún momento me golpeé la cabeza, pues me dolía y aún estaba aturdida.
Cuando logré entrar en calor, me puse a divagar por la choza y, de vez en cuando, miraba por las ventanas, esperando encontrar a un ser humano que me pudiera decir en donde me encontraba. Finalmente me di por vencida, la cama que se encontraba junto a la pequeña cocina, me llamaba para que me acostara sobre ella y durmiera, imágenes en blanco y negro se hacían presentes en mi mente, como si de una película de suspenso se tratara, me veía caminando por el bosque, no comprendía de que eran esas imágenes, sólo me provocaban más dudas.
—¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? —escuché un murmullo cerca de mi oído.
—El huevo -respondí entre dientes, como si realmente conociera la respuesta.
—Un círculo no tiene principio. —dijo aquella voz que murmuraba cada segundo más lejos de mí.
¿Había errado en la respuesta?, ¿por qué me importaba tanto? ¿Realmente se encontraba alguien a mi lado o era mi interior tratando de pedirme que me mantenga despierta?
Un hedor comenzaba a brotar de mí, tan parecido al de un perro remojado, el olor sin duda terminó por no dejarme dormir, era tan fuerte que lograba nublar mis pensamientos. Me levanté de la cama con lentitud pues ya no sabía qué era peor, si el entumecimiento de cabeza o la peste que drenaba por mis poros, por suerte se encontraba un baño con regadera, al estar en contacto con el agua caliente, comencé a notar que se para poder curar mi herida, pero ésta ya había sanado.
—¿Pero qué diablos? En qué maldito momento sanó hasta convertirse en costra.
No lograba entender nada, cada minuto que transcurría sólo me inquietaba más, ¿cómo era posible sanar una lesión en cuestión de minutos?… Esperaba que en algún momento alguien atravesara la puerta, salí a recorrer el lugar pero parecía un pueblo fantasma.
—¿HOLAAAA? ¿HAAAY AAALGUIEEN AAAAQUÍ? —grité lo más fuerte que pude, en espera de que pudieran escucharme.
En medio de aquel pueblo desierto, comencé a sentirme ansiosa e impaciente, no sabía si estaba teniendo un mal sueño o si estaba despierta, una vez más aquellas imágenes dentro de mi cabeza se hicieron presentes, pero esta vez un recuerdo más lúcido en donde mis manos comenzaban a cambiar de forma y color, mi respiración acelerada me impedía tomar el suficiente aire que mis pulmones necesitaban, a mi alrededor todo daba vueltas hasta el punto de hacerme caer de rodillas, todavía no comprendía lo que mi mente me mostraba, nada tenía sentido. Mi preocupación aumentaba, necesitaba más respuestas y recordar en qué momento comenzó todo.
Sin éxito regresé a la cabaña de antes, pero al entrar noté algo que antes no, las paredes estaban manchadas de sangre, como si la hubieran rociado con una manguera, ¿cómo no lo noté antes, si estaba en cada rincón?, y ese aroma, ¿acaso era la carnicería del pueblo? gracias a ese hedor, un flashback, me hizo recordarlo todo…
No fue la cena, tampoco una pesadilla, todo era por mí y mi obsesión por los hombres lobo y el querer convertirme en uno, aquellas imágenes en mi cabeza, era yo, lo había conseguido, después de meses de practicar la magia negra, ingesta de plantas, beber de lugares donde orinaba un lobo, cubrirme con su piel y hasta dormir desnuda bajo la luz de la luna, fueron algunos de los métodos para realizar mi metamorfosis y por fin lo había conseguido, ahora todo estaba esclarecido.
Había conseguido tantos libros sobre mitos y leyendas de hombres convertidos en lobo y aquel libro tan peculiar de magia negra que me hizo lograr mi cometido. Pero… ¿Por qué no me sentía satisfecha ahora que tenía lo que tanto deseé?, un vacío en mi pecho crecía cada segundo que transcurría, pero claro, mi ego me cegó por completo, ¿Cómo pude ser tan egoísta y sacrificarlo todo? mi familia, amigos, maestro, incluso las personas del pueblo, esa noche de mi transformación bajo la luna llena, la licantropía se adueñó de mi alma y mi razón, ahora debía cargar con ese peso sobre mis hombros, fui cruel y despiadada al destrozar y matar a toda esa gente, ésta es mi maldición y mi pecado. Por un momento creí que sería mi don, que lograría ser dueña de la noche, como un Robin Hood de la oscuridad, y como resultado terminé siendo un monstruo más en este mundo, destinado a vivir escondido y a destrozar a cada ser vivo que se atraviese en mi camino, esta es ahora mi condición, mi naturaleza, humano de día y terror de la noche.