
El señor y la señora Morris se abrazaron temblando.
El murmullo eléctrico, la luz fría y rara
que de pronto se asomó por debajo de la puerta,
el olor desconocido, la voz curiosamente ávida…
La hora cero
El hombre ilustrado
Ray Bradbury
Por Nicte G. Yuen
El noticiero retumbaba por toda la habitación, la voz del hombre de traje y corbata parecía explotar contra las paredes, anunciando como era su costumbre desgracias y muertes violentas. Yo dormitaba en el sillón con una taza de café en la mano, esperaba la sección deportiva. Eran las 3:30 p.m. Maximiliano IV comenzó a ladrar alocadamente desde el jardín trasero, lugar donde rigurosamente tomaba el sol de lunes a domingo y de domingo a lunes. Su cuerpo paticorto y alargado saltaba frente a la ventana, agitando orejas y cola en desesperados intentos por ingresar a la casa. Abrí los ojos entre ladridos y el estado del tiempo, se esperan tormentas eléctricas para… No pude evitar soltar la taza cuando mis ojos descubrieron a aquel ser parado junto a mí… le recomendamos sacar abrigos e impermeables… El café aún tibio se derramó sobre la alfombra. Estoy segura de que quise gritar, quizá pararme y salir corriendo mientras continuaba gritando; pero la verdad había tanto miedo en aquella criatura, que simplemente me quedé inmóvil, observando cuán diferente era a un ser humano.
-Es un alíen o un extraterrestre o marciano o como sea que les llamen – murmuré hundiendo mis uñas en los bordes del sillón.
El ser retrocedió, parecía aturdido, casi puedo asegurar que estaba mareado; miraba el televisor, la ventana por donde se filtraba una intensa luz y luego se detenía en mi rostro; volviendo a repetir el mismo patrón. Me dio la impresión de que no deseaba entablar comunicación conmigo, ni abducirme o matarme como narran en esos alocados podcasts sobre alienígenas y naves espaciales; quería encontrar la manera de salir huyendo de mi casa, solo que no sabía cómo hacerlo.
-Hola – dije entre dientes, extendiendo mi mano para saludar a un ser que no tenía manos ni posibilidades de entender. Ni siquiera me miró.
Usé aquel momento en que el ser estaba concentrado en la puerta que daba a la calle para levantarme del sillón. Los ladridos de Maximiliano IV estaban por reventarme los tímpanos, sus patas rascaban la puerta como si intentará hacer un agujero para entrar por ahí. Mi perro estaba tan desesperado por entrar, como el ser por salir, sin embargo, ninguno de los dos había encontrado la manera.
-¿Puedo ayudarte? – murmuré medio escondida detrás del sillón. Quería hacerme entender, pero al mismo tiempo no quería.
La piel del alienígena tenía una textura gelatinosa que irradiaba una tenue luz, medía poco menos de un metro, se mantenía flotando a cinco centímetros del piso, como si caminará sobre el aire, no tenía pelo ni plumas o escamas, tampoco portaba algún tipo de ropa o algo que cubriera su cuerpo, no tenía brazos ni piernas ni alguna extremidad que le diera una apariencia humanoide; además estaba ese aroma tan peculiar que desprendía, un olor cítrico. Y no portaba ningún arma u objeto que me diera la impresión de estar en peligro; aunque no descartaba el hecho de que pudiera tener poderes mentales.
Me incorporé respirando profundamente.
– ¿Puedo ayudarte? – pregunté alzando la voz – ¿Puedo ayudarte? -grité con toda la potencia de mis pulmones.
Maximiliano IV dejó de ladrar. La televisión se apagó.
Retrocedí asustada, allá sobre la avenida alcancé a observar el camión de la basura, los recolectores agitaban sus campanas, gritaban; solo que ningún sonido llegaba hasta mis oídos.
Miré todo a mi alrededor consumido por la presencia de aquel ser. Empuñé ambas manos por puro instinto, si iba a morir al menos me defendería.
T e n g o o o o m i e d o o o o
M i e d o o o o
M i e d oooo
El ser avanzó hacia mí, tenía un hueco en la parte superior que me dio la impresión de tratarse de un ojo o algún órgano que le permitía ver. Entonces, cuando estaba a escasos centímetros de mi rostro, pude sentirlo, su miedo.
A y u d a a a a
N o o o o s é é é é d ó n d e e e e e s t o y y y y
-No voy a hacerte daño, ni yo ni mi perro – respondí, excepto que no escuché mi propia voz. Estaba moviendo mis labios, gesticulaba y movía mis manos como siempre hago cuando hablo y más cuando estoy nerviosa; pero nada, ningún sonido.
T e n g o o o o d o l o r r r r
-¿Dolor? ¿Por qué? ¿Dónde te duele?
D o l o r r r r m i e d o o o o
-Aquí estás seguro, no voy a hablar a la policía ni a emergencias
V o y y y y a a a a d e s i n t e g r a a a a
El ser comenzó a temblar, primero era casi imperceptible, pero unos minutos más tarde parecía estar convulsionando. Los escasos centímetros que nos separaban desaparecieron, y pude sentir un intenso dolor en el centro de mi pecho. Aquel dolor que ingresaba a mi cuerpo, me recordó cuando era apenas una niña de diez años y un carro me atropelló.
-Me duele – suspiré arrastrando las palabras – Siento que voy a morir – la textura gelatinosa de aquel alienígena parecía adherirse a mi piel.
Mi cabeza cayó hacia atrás, al igual que mis brazos. Todos los sonidos chocaron de golpe contra mis oídos, dejándome mareada. Caí sobre la alfombra sin poder evitar el golpe en mi nuca. Me desvanecí poco después.
Se esperan tormentas eléctricas para todo el centro del país, le recomendamos sacar abrigos e impermeables…