MI DEMONIO FAVORITO

Imagen cortesía Pexels

Por Maggo Rodríguez

La vida está llena de ángeles y demonios quienes nos siguen a cualquier lado, a toda hora, sin importar el lugar en que nos encontremos, sea el callejón más oscuro de la ciudad o el valle más prolífico del país.
Mi íncubo es mi demonio favorito. Aunque no tengo el gusto de conocerlo, lo imagino rechoncho, muy ladino el desgraciado, con los pómulos rosados de tanto alimentarse. Es muy eficiente, sabe perfectamente qué es lo que me enloquece del hombre que deseo. Recrea a la perfección sus gestos, su sonrisa joven y llena de bondad. Es listo, me conoce. Eso me hace temerle un poco.
Me consiente, no obstante, el precio pagado por sus atenciones demoníacas es elevado, pero, siendo sincera, no me interesa. Porque en mis sueños poseo el rostro de mi amor en las manos, en ese instante él es mío. Me vuelvo a enamorar de su cabello rizado, libre, castaño como sus ojos alegres.
Soy cien veces más feliz durmiendo que estando despierta, trabajando al mediodía, cuando se dice que estoy viva. No sólo gozo de un vigor propio, además siento la tibieza de ese ángel hecho hombre, el cual no me pertenece. Mi demonio se encarga de deleitar mis sueños con sus caderas jóvenes, su piel tersa, la vitalidad con la que me toma.
Lo sé bien, todo es un teatro montado con cuidado; un escenario montado a la medida para complacerme, pero acaba como un castillo de arena golpeado por las olas cuando abro los ojos del trance de Morfeo. Los intereses cobrados a mi persona por todas las fantasías cumplidas no se pueden calcular en dinero. Ningún billete vale para mi demonio de alcoba. La moneda con la cual cobra sus honorarios se mide con las lágrimas, desdicha y desasosiego de todas mis mañanas, porque no lo tengo a él.
Una amiga linda me recomendó comprar un atrapasueños y a pesar de tomar con entusiasmo el consejo, prefiero seguir alimentando a mi demonio favorito con la energía que puedo darle, a cambio de unas migajas invisibles de amor nocturno.