Presta Atención

Imagen cortesía Pexels

Por José de Lómvar

¡Mierda! Tengo un cigarro entre los labios y no lo puedo encender. ¿Por qué? Porque estoy atrapado entre palabras. Cada signo y sílaba, siluetean entre la mente y la pluma de mi autor, conectándose, formando ideas encarnadas en enunciados. Al unirse la inteligencia con la sustancia, predican la creación de mi hilo y su hado. Mejor resumen, soy el personaje de un cuento. No soy el único. Hay miles como yo, dormidos entre las líneas que marcan su existencia. Ellos, sin embargo, aún no despiertan y son en sustancia, pero no en verbo.
A pesar de que yo no sólo existo, sino que tengo conciencia de mis pensamientos, no soy completamente autónomo. Cuando mi autor no escribe, duermo. Cuando me presta atención, vuelvo a sentir movimiento en mí cuerpo. Si su pensamiento concluye con el sustantivo “fuego”, me da calor y hasta me puedo quemar, pero si su imaginación termina trazando un hielo, me congelo. El problema resulta que cuando deja de escribir, mi historia queda inconclusa, y dejo de percibir mi entorno.
Ayer, por ejemplo, paseaba por el parque. Sabía que mi autor tenía su mente concentrada en mí, porque me podía mover. Bajo la sombra de una casuarina, decidí sacar un cigarrillo y fumar. Al sentir entre mis labios el cilindro esponjoso, alcé el encendedor y me quedé estático. Mi visión desapareció y aún no regresa. Pero seguí percibiendo mis pensamientos y sintiendo la necesidad por el tabaco y por supuesto, por la nicotina.
Así me encuentro, con un cigarro en la boca y un encendedor en la mano, esperando que mi autor me preste atención. Si a ti te enojan los escritores que no escriben, (no sé si tal animal exista), imagíname a mí, un fumador que no fuma hasta que su autor lo pone entre letras.