LOS PLACERES DE LA CARNE

Imagen cortesía Pexels

Por Jorge H. Haro

Mi amor, yo sé que esto se ve mal, pero dejame te explico. No, no es lo que parece, te lo juro por la vida de nuestros hijos. ¿Entonces qué es? Pues, verás, antes de decírtelo, debes recordar que soy un hombre débil.

Tú lo sabías desde el día en que nos conocimos, no te hagas la tonta. ¿Recuerdas en nuestra primera cita, cuando te advertí que mi harmatía era la falta de autocontrol? Mi amor, ¡pero si por supuesto que fue en nuestra primera cita! Lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Tú traías el cabello recogido y vestías ese vestido verde que a mí tanto me gustaba. Sí, ese al que le rompí los tirantes por accidente. Amor mío, ¡por supuesto que fue un accidente! Me encantaba como esa pieza te encajaba, pero me traías loco esa noche y no podía esperar a verte sin él. Sí, supongo que pude ser un poco menos brusco, pero es a eso a lo que me refiero. Mi centro de control está dañado. Eso lo sabías ya desde el principio. Esa noche fuimos al autocine y a cenar. Tú tomaste vino y a mí me hiciste un gesto cuando ordené whisky con mi porterhouse, ¿lo recuerdas? Juré en ese momento que no habría beso ni segunda cita. Sin embargo, henos aquí, veinticinco años después.

Dios mío, ¿tanto tiempo ha pasado? Mira nada más, solo por eso deberías de darme un poco de crédito. Aguanté todo lo que pude. Y es porque te hice una promesa el día en el que nos casamos. Una que no estaba seguro si sería capaz de cumplir, pero lo intenté, ¡maldita sea! ¿Acaso eso no tiene valor? Día tras día, año tras año, me vi rodeado de tentación y en ningún momento te reclamé, ¿o sí? A pesar del antojo y sin importar las restricciones, jamás te guardé un rencor, por lo mucho que te amo. Y sí, quizás ahora que me ves de esta manera; aquí y ahora, en regocijo de lo que, en el día de nuestra unión, te juré por siempre dejar, puede que mis palabras te parezcan vacías. Aun así, aquí estás frente a mí, escuchándome, por lo que parte de ti debe de saber que era inevitable.

Anda, mi amor, por favor no llores. No, eso no era un reclamo, ni una insinuación de que mi vida contigo ha sido una infeliz. Al contrario, todo este tiempo contigo ha sido magnífico. Sucede que, en ocasiones, uno tiende a olvidar lo que verdaderamente importa; de los placeres a los que renunciamos a cambio de una vida larga y segura, en compañía de una esposa fiel como lo eres tú. Por eso espero algún día recuperar tu confianza. ¡Claro que lo haré, mi vida! ¡Sí! ¡Que sí, lo juro! Pero para hacerlo, necesitaré que en tu corazón encuentres la fuerza para perdonarme por esta única ocasión. ¡Por supuesto que ha sido la única! ¿Acaso dudas de mí? Bueno, cartas sobre la mesa, quizás tuve uno o dos momentos de debilidad a lo largo de los años… ¡Espera, mi vida, no te vayas aún! Escucha, por favor. Sí, soy un bastardo malnacido. Soy todo eso que me llamas y mucho más, pero vuelve aquí ahora mismo y escucha lo que tengo que decir. Hubo días en los que fui débil, lo reconozco. Durante esos viajes de negocios con los socios de la empresa, donde las juntas son largas y la testosterona fluye como río embravecido, quizás me dejé llevar por esas tentaciones que veía pasar frente a mis ojos en el bar del hotel ejecutivo. Quizás hice algunas cosas de las que me arrepiento, pero te juro, mi vida, que mientras las hacía, solo tú estabas en mi cabeza. Te extrañaba tanto. Y luego la culpa se asentaba y yo mismo no podía creer lo que había hecho. Pero, al menos cuando estaba contigo, siempre mantuve mi promesa. Que tuviera yo un desliz por aquí y por allá, no mancha la santidad de mi juramento.

Sí, te escucho. Es cierto, nada de esto excusa lo que he hecho, pero ya ha sucedido. Si pudiera echar el tiempo atrás, lo haría. Como quisiera volver el reloj y que tu presencia me de fortaleza. De esa manera, bueno, tal vez no nos encontraríamos aquí. No tienes idea lo humillado que me siento en estos momentos. Sí, humillado. Jamás quise que me vieras de esta manera. Solo lo permito ahora porque es más importante para mí hacerte entender la razón detrás de lo que hice. También así verás que esto de ninguna forma se compara a lo que nosotros dos tenemos.

Y, bueno, quizás sea el estrés de nuestra vida diaria o una crisis de mediana edad tardía. Sé que a mi edad ya no debería estar de luto por no regocijarme en los placeres de la carne, pero como puedes ver, este no ha sido el caso. Te amo con toda mi alma, mi amor, pero esto del veganismo no me sienta nada bien.