Amor de estudiante

Imagen Gerardo Cejas en Pexels

Por Maik Granados

Ángel se sacudió la lluvia de los hombros cuando entró a la recepción de aquel hotel cuatro estrellas. Su corazón acelerado confirmó lo clandestino de su encuentro. Antes habló con ella de cómo sería su naciente relación. Era necesario poner las cartas sobre la mesa, pero no hubo acuerdos, sólo evasivas por parte de ella e incertidumbre infinita en el estómago de él. El único trato claro fue decirse la verdad, no importando lo brutal que fuera. La dinámica era simple, pues ella estaba casada con un profesor del instituto donde Ángel era alumno de ambos.

Acordaron verse en ese sitio tan sólo unos días después de haberse besado por primera vez, ocultos de las miradas indiscretas, una tarde al término de la clase de diseño que ella impartía, cuando hablaron sobre la teoría del color.

Ángel preguntó a la recepcionista por la habitación a nombre de la profesora con una timidez casi infantil.

–404 –respondió la dependiente.

Subió las escaleras, fugaz, con la vitalidad propia de su juventud. Frente a la puerta, se acicaló un poco, respiró profundo y con los nudillos llamó.
Ella abrió y lo miró directo a los ojos. Ángel sucumbió ante la fascinación de aquella mirada deseosa de ojos azules. Ella le permitió entrar. Se besaron con violencia detrás de la puerta.
Fascinado, Ángel le dijo a su maestra que la amaba, mientras las sábanas blancas amparaban su desnudez. Ella en silencio, lo apretujó entre sus piernas. Él insistió… Te amo, te amo, te ahh…

Ella abrazó aquel juvenil y tembloroso cuerpo, mezclando su sudor con el suyo, mientras veía el paquete de cigarrillos abiertos sobre el buró.