TAROT, MEDIO ALTERNO DE VENGANZA 

Por Maggo Rodríguez 

Se acabó. Cinco años de relación se fueron al demonio. Esa discusión no fue como tantas otras, esa se puso más interesante, tanto, que dos o tres vecinos se asomaron desde sus puertas o balcones. Si esperaban un ganador es obvio que fui yo, porque el que se fue de la casa fue él. Solo tomó un par de cosas y las echó a su mochila, si fueron papeles o ropa no me importó, ah, pero eso sí, me dejó la evidencia de su aventura con una muchachita diez años menor que yo. Por amor de Dios, ¿quién se manda cartas de amor en esta era de la tecnología? 

No quise dormir esa noche en casa. Me desbordaba la ira y cuando eso pasa, lo único que me calma son los rollos de canela de “Pipino´s”, así que con una pizza jumbo y tres cajas de “canelozzos” conduje hasta el departamento de mi amiga Dalila. 

Un “ya te habías tardado” inició una conversación que duró hasta altas horas de la noche. Tenía años que no compartía una charla de esa manera, hablando de mil cosas, unas sin sentido y otras con un poco más de relevancia. 

En la charla surgió el tema de los horóscopos y el tarot. He de confesar que es un gusto culposo, pero procuro no fanatizarme como mi amiga, quien religiosamente consulta la lectura semanal del tarot de su signo zodiacal. 

  • Sí amiga, es buenísima esta tarotista, súper acertada— me aseguró Dalila— a mí me dijo hace unas semanas que alguien de mi pasado iba a regresar y a los quince días Julio me estaba mandando mensajes— 

Julio era su ex, tenían tres meses separados. Ante el testimonio y por seguirle la corriente, me suscribí al canal de videos de la famosa vidente. 

De regreso en casa, llegué a la conclusión de que tirar todas sus cosas a la basura no era suficiente venganza, seguía molesta, la vida me debía más de lo que pudiera cobrarle. Decidido esto, puse manos a la obra y cada cosa tuvo un destino diferente: quemé todas sus historietas pero alguien llamó a emergencias al ver el humo salir de mi patio y obtuve un buen regaño de los bomberos, quienes amenazaron con multarme si volvía a quemar algo. Los peluches que me regaló los envolví por separado y a orillas de un parque los regalé a niños que pasaban por ahí, a pesar de ello, recibí miradas horrendas de sus madres, ja, como si una no pudiera donar juguetes desde un auto con vidrios polarizados. Toda la ropa de mi ex se la di a un vagabundo, quien de alguna manera se las ingenió para cambiarla por alcohol, el suficiente para que se quedara afuera del templo ahogado de borracho. 

Nada parecía compensarme esa traición a mi corazón, pasaba las noches enteras ideando planes para vengarme de él, hasta que en una de esas vigilias apareció en mi celular una notificación del canal de la tarotista. Todo parecía coincidir con mi vida, nada era novedad, hasta que llegó a la frase “esa persona obtendrá lo que merece”. 

¡Eso quería escuchar! ¡Al fin él sufriría lo mismo que yo! Sí, ahí estaba mi venganza, los astros se encargarían de mi venganza, pero, ¡cómo lo harían? Era lo de menos. Que él pise popó de perro, que todos los días se le vaya el camión, que le pinten los cuernos, que le dé diarrea, que su consola de videojuegos se queme o simplemente que lo atropellen. 

Ahí me dí cuenta que en verdad no lo quería muerto y me sentí de lo peor. Opté por la terapia con un buen psicólogo y, al paso de un par de años, el recuerdo de mi ex ya no me agobiaba, además, Genaro había llegado a mi vida para darme toda su dulzura. 

Un día llegó a mi bandeja de entrada un correo de aquel quien creía olvidado. Me citaba para desayunar en el restaurante de siempre, en son de paz. Me movió la curiosidad de saber si la tarotista había acertado en su lectura, así que acepté.  

Cuando llegué al local él ya estaba leyendo el menú, aunque casi podía apostar a que ordenaría chilaquiles rojos y leche con chocolate. Estaba igual, ni una cana de más, yo en cambio, tuve que teñir mi cabello para disimular unas que ya se empezaban a notar. Ya no había rencores, y charlamos como si fuéramos amigos de toda la vida.

Me resumió un poco de su vida después de lo nuestro: seguía con la mujer esa de las cartitas de amor, obtuvo un empleo mejor pagado, se compró un auto y viajó por Europa un año completo ¿Obtuvo lo que merecía? No lo sé.