Nuevas costumbres

Cortesía Pexels

Por Maik Granados

Formado para entrar al banco, tras el bigote simulado de Salvador Dalí en mi cubrebocas, espero mi turno. Es fecha límite, y el pago no cae si lo hago desde la app. Las personas toman su distancia.
Obedientes a las nuevas costumbres, se colocan sobre las marcas amarillas en el piso. Uno y medio metros es ahora el espacio vital.

Mientras termino la transacción en ventanilla, pienso en que estar a sólo unos centímetros de alguien desconocido es, por decir lo menos, una irresponsabilidad. Estornudar o toser en esas circunstancias, es peor que ser acusado de una herejía.
Es un nuevo tipo de segregación. No nos basta con la de género, la sexual o por el color de la piel. Ahora está de moda la discriminación viral. En el fondo queremos pertenecer al grupo de los “buenos”, y no ser relegados con los “malos”.

Esa polarización abunda en redes sociales, o estas en favor o en contra, no hay matices. Si te quedas en medio te hacen puré, te trolean. Lo positivo es que ahora en mi perfil de LinkedIn, añadí las habilidades de SEO Expert en Facebook, Instagram y anexas. Aun así, expuesto en esta muchedumbre bancaria a un posible contagio, agradezco la cercanía con otras personas. Me siento de nuevo más humano cuando salgo a la calle. Aunque no recuerdo la última vez que toqué a alguien.

Pinche, Laura, a buena hora terminó con lo nuestro. Yo ya me hacía en el encierro viviendo un idílico amor. Han sido meses largos. La ausencia de contacto físico pesa.
Jamás pensé que pagaría una membresía en Pornhub o en OnlyFans. Pero ahora me conozco más. Pinche, Laura, ya sé cómo durar más de cuatro minutos.

El confinamiento, con sus ventanas virtuales, me ha acercado más a mis padres. Una noche nos quedamos hasta tarde en Skype, platicando chismes familiares. Al principio fue complicado, pues mis viejos no estaban habituados a la revolución tecnológica. El Covid los obligó a subirse a la ola. Ahora no paran de navegar en internet, y usaron YouTube como navío. A raíz de eso, he tenido serias discusiones con ellos por las fake news. De la nada me dijeron que no se vacunarían contra el coronavirus. Miguel Bosé, era el culpable, pues había dicho en una entrevista que las vacunas, eran el pretexto para insertarnos un chip y controlar nuestras voluntades a través de la red 5G. ¡Vaya burrada! Al final, mis argumentos fueron más convincentes que los del cantante español.

Respecto al trabajo, me encanta usar chanclas y calzones en las juntas. Además, puedo hacer mis reportes y análisis, escuchando un buen jazz, con vino y trozos de manzana. Eso en circunstancias normales, en la oficina… ¡Jamás! No es productivo. Lo malo, el horario en que llama mi jefe, de 9:00 a 21:00 horas. Podría renunciar, pero la situación no está para bollos, hay que pagar las cuentas, y con tantas ofertas por disfrutar con Amazon y sus prime days, pues no se puede.