Herencia familiar

Por Elik G. Troconis

Nadie es culpable de los pecados de sus padres,
pero todos viven para redimirlos o para eternizarlos.
RÓMULO LINARES, “La perpetuación del mal”

Todavía en el suelo, la golpeó una vez más, con la palma extendida, porque en el fondo sabía que era mujer y que no merecía el daño que le causaba. Cuando ella no pudo sollozar más, le echó todo en cara: la culpó de que su hijo amara más la coca que a sus padres, que su hija hubiera cambiado la casa por el burdel, que él llevara años desempleado sintiéndose inútil frente a ella… Se enfureció más porque no le rebatiera nada. Abrió la mano y la azotó donde la blusa destrozada ya no cubría su piel.
Entonces entró el menor de la familia. Le gritó que la dejara en paz, pero no se detuvo. Intentó retenerlo. Forcejearon apenas un segundo hasta que el niño cayó. El padre lo sujetó de la playera. Vio sus ojos: llenos de miedo; llenos de terror. Entonces lo golpeó, con el puño cerrado; lo martilló una y otra vez contra el suelo, intentando enterrar el recuerdo de cuando él defendía a su propia madre.