El Gerente

Por Luis Payán

El motor del coche amortiguaba el silencio de la carretera. Maik Black se veía a si mismo por el retrovisor. “Un cigarro para el camino. Va… que puede pasar,” pensó, viendo la cajetilla sobresaliendo del bolsillo delantero su mochila. No lo necesitaba, no en circunstancias normales. Esta vez no resultaba tan sencillo evitar imaginar la sensación al dar una calada. Saborear la primera bocanada en una mañana fresca. Quizá era lo que más extrañaba, sentir el humo salir de su garganta, verlo estrellarse en el parabrisas, mientras conducía lejos del centro de atención a clientes, pero este día era diferente. Para empezar, era de noche y las luces de los faroles de los coches contrarios no ayudaban a distraer la mente. Una hora transcurrió desde el escaneo de salida. Aun así, quedaba un encargo pendiente. Llevaba tiempo sin poder tener una noche tranquila. Deseaba permanecer, aunque fuese un rato más, con aquellos que más atesoraba, pero el deber llamaba y las cuentas no se pagan solas.

Rozó con su dedo meñique el borde de la cajetilla, pasándola de largo, hasta girar por completo. Detrás, un maletín reposaba, abarcando los asientos traseros. Era de piel, color negro. En la parte central tenía una placa con su nombre grabado. Exhaló, como si parte de su cuerpo se resistiera siquiera acercarse al maletín. “¿Cuanto tiempo llevaré arrastrando está cosa?”, un camión de carga pasó veloz del lado contrario, cegándolo por una fracción de segundos, pero suficiente para hacerle recordar el comienzo del descenso.

“Señor Black, es el próximo.” Cuando entregó su CV no prestó atención a la chica que los recibió. No podía darse el lujo de distraerse. Debía ganar el puesto a como diese lugar. Ahora la joven, sonriéndole, mientras le daba una señal de espera, tenía su total atención. Era la primera vez que la veía. No era su intención y mucho menos deseaba una aventura romántica. Tenía los ojos puestos en el premio gordo, pero era un hombre y no pudo evitar admirar su figura mientras la seguía en ese ir y venir por el pasillo, con la mirada fija en los documentos que llevaba cargando, como si tuviese una obsesión por el orden o miedo a cometer algún error, pero Black comprendía el motivo a la perfección. Era para evitar miradas incómodas.

“Concéntrate, Maik.” Pensó. “Sabes a lo que vienes, no lo eches a perder.”

Ella lucía mucho más joven de lo que aparentaba a simple vista. Llevaba un elegante vestido negro que le quedaba a la medida, resaltando los puntos fuertes y con el que sin duda deslumbraba a los clientes a la hora de explicarles las funciones de los nuevos modelos. Sus ojos constituían su mejor rasgo, un tono cautivador verde grisáceo. Maik deseó saber el nombre de la joven. Se hizo el distraído y se acercó, notando la inconformidad en el rostro de la chica, pero para Black esos pequeños detalles carecían de importancia.

“Muchas Gracias… lo siento, no capté su nombre, señorita…”

“Esa información no es necesaria para su entrevista, Señor Black. Le sugiero tome asiento, y espere como los demás.” Se fue sin siquiera voltear a verlo. Las miradas de los demás aspirantes cayeron sobre Maik. Sintiéndose como un idiota, regresó a su asiento.

A los pocos minutos se abrió la puerta en donde se llevaban a cabo las entrevistas. El aspirante que salió se le notaba cabizbajo, todo lo contrario a cuando entró. Parecía que tenía prisa por irse y por no dejar ningún documento. El guardia de seguridad lo escoltó a una habitación. ¿Será donde se llevara la segunda fase?, ¿Qué le habrán preguntando a ese sujeto?”, el tal Thomas del que tanto hablan ha de ser un cabrón.” Maik sin saber lo que le esperaba en la entrevista, optó por preocuparse cuando el momento llegase. Su vasta experiencia lo respaldaba, y al ver las fachas de los demás aspirantes, el puesto lo tenía en su bolsillo.

Acomodaba su ropa mientras la joven se decidía. Era claro que seguía él. Se adelantó, pero a medio camino otro aspirante fue nombrado. Maik se acercó en busca de una explicación, pero lo que recibió en respuesta fue una mirada amenazante.

“De acuerdo, de acuerdo, esperaré mi turno.” Dijo, enseñando ambas palmas, como si le estuviesen apuntando con una pistola. “Pero que ojazos.”, pensó, luchando contra sí mismo para no voltear a verla. Transcurrían las horas. Su turno no llegaba. Los aspirantes, uno tras otro al salir de la habitación, seguían el mismo procedimiento, pero no veía a ninguno salir de la otra habitación. “A lo mejor tiene otro punto de acceso el edificio.” Era algo que lo tenía sin cuidado.

Black llegó a pensar que la joven borró su nombre de la lista, echó su CV a la trituradora y de pasada le comentó al Sr. Thomas, con aquel tono de leve superioridad: “El aspirante Maik Grandier Black no llegó a la entrevista. Dejaremos de tomarlo en cuenta por falta de interés.” Pensaba en su siguiente movimiento, en encarar a la joven y cuando saliese el siguiente aspirante entraría. Al levantarse, lo nombraron.

“Sr. Black, el Sr. Thomas lo espera. ¿Se encuentra listo?”

“Debe ser una puta broma.” Pensó al acercarse.

“Por supuesto. Estoy entusiasmado por esta oportu…”

“Ahórrese su discurso para el Sr. Thomas. Aunque no creo que le funcione mucho.”

“De acuerdo.” Dijo, asintiendo. Quería evitar seguir escuchando los comentarios de la joven. Volteo alrededor. No se dio cuenta del momento en que oscureció. Los clientes se habían ido, así como la mayoría de los empleados, salvo por los de intendencia, el guardia de seguridad, y la joven. “¿Acaso no tendrá vida aparte del trabajo?”, pensó. Se dio cuenta que era el último de los aspirantes, eso le molestó, pues fue el primero en llegar. Acomodó sus gafas, para disimular que fruncía el seño.

“Gracias”, dijo sonriéndole de pura cortesía, mientras caminaba al interior de la habitación. Después de todo. La vería a diario, y si todo salía bien, sería su subordinada.

El Sr. Thomas era un sujeto corpulento. Apretaba y soltaba una pelota de goma. Su respiración esa forzada, y sudaba a chorros.

“Buenas noches, Sr. Black, disculpe la demora, usted debe saber cómo funciona esto.”

“Al contrario, le agradezco su tiempo. Entiendo que es un hombre ocupado. Por lo que sugiero vayamos al grano.”

El Sr. Thomas dejó de apretujar la pelota de goma. Su respiración regresó a la normalidad, pero había algo en sus ojos que Maik prefirió no haber dicho nada.

“¿Prisa, Sr. Black?…”, abrió uno de los cajones del escritorio, sacó un cenicero de cristal, un encendedor, y una cajetilla de cigarros Lucky Strike.

“¿Gusta?”

“Gracias, dejé de fumar.” En el momento en que encendió el cigarro, Maik desvió la mirada hacia la ventana, dándose cuenta que la oficina a la que ingresaban los demás aspirantes al salir de la primera fase, no tenía salidas. Ni siquiera se veían ventanas. El guardia de seguridad pasaba por un costado de la pared arrastrando consigo un contenedor grande de basura. Una de las llantas oscilaba sobre su propio eje, amenazando con salir volando en cualquier momento. De repente, le pareció ver una mano humana sobresaliendo del contenedor.

“¿Cree en la reencarnación?”

No estaba preparado para esa clase de preguntas, que a su parecer eran personales. “¿Habla en serio?”.

“¿Y bien?… Sr. Black.” Maik, un tanto distraído por lo que creyó haber visto, no sabía cómo responderle. Volvió a mirar por la ventana, pero el guardia seguía con su mismo paso de tortuga, y no había rastros de ninguna mano o alguna otra extremidad.

“Creo que existen cosas mas allá de nuestro entendimiento. No me atrevería a afirmar lo que propone, pero en ciertas ocasiones no puedo estar más que de acuerdo.”

“¿Un hombre de fe, supongo?”

“Podría decirse.” Conforme la habitación se llenaba de humo, Maik no pudo evitar notar un ligero aroma que no reconocía acompañando el olor a tabaco calcinado. Comenzaba a sentirse mareado, pero pensó que era un efecto normal al haber dejado el vicio y de nuevo estar expuesto.

“Como verá, Sr. Black. En esta empresa nos aseguramos de que el cliente esté satisfecho, aparte de otorgarles los servicios de los que disponemos en tiempo y forma, existen otros tipos de clientes que requieren de servicios más específicos. Llamémosles, clientes especiales.”

Maik cada vez tenía más dificultades para seguir el ritmo de la conversación. El humo que desprendía el cigarrillo no era normal. Se dio cuenta muy tarde. La voz del Sr. Thomas se escuchaba cada vez más lejana. Sentía el cuerpo pesado, y poco a poco el sueño comenzó a invadirlo.