Por Maik Granados
Sabes que ha sido honesta contigo estos días, mira que viajar más de ochocientos kilómetros para demostrarte cuánto te ama, es una buena señal.
Sin embargo, también sabes que no debes confiar en ella, aunque traiga consigo el anillo que le diste en matrimonio. ¿Se lo habrá quitado aquella noche que supuestamente salió con sus amigas? ¡No! ¡No fue una noche de chicas! Ese día, lo recuerdas bien, salió de fiesta y no regresó a dormir. Esa madrugada que te angustió el no saber su paradero. Le marcaste a su celular incontables veces, las mismas que te mando al buzón de voz, ¡cómo odias esa maldita grabación! ¡Odias como taladra el interior de tu maldita cabeza! Aborreces ese recuerdo de su infidelidad.
Ahora ha venido a ti, a reconciliarse, a recuperar el tiempo perdido. Dice que está arrepentida por su error. ¿Error? ¡Hija de la chingada! ¿Con qué derecho? ¡Ahora sí, quiere respetar aquello que prometió en la iglesia!
Llegó aquí a escondidas de todos, preocupada por el rechazo. No quiere que nadie se entere de su intento por recuperar nuestro matrimonio. ¿Acaso es estúpida? Todos saben de sobra el motivo de nuestro fracaso. Ahora nadie sabe que ella está aquí, a tu lado, rindiéndose ante la vergüenza del posible desaire.
Sabes que ha sido honesta al decirte que lo siente, lo hueles en el sudor de su piel aún impregnado en las sábanas tibias de tu cama, lo hueles en el sudor de tu propio cuerpo exudando la venganza, pues mientras sus piernas aún tiemblan entrelazadas a tu cintura, tu observas la plegadera junto a las cartas sobre el buró. Es la estaca perfecta para su corazón.
Esta inspirador, aunque me deja con ansias el saber que pasara despues…
Muy elocuente
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Excelente texto, la redacción te lleva a volar la imaginación
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