
Por Alejandra Maraveles
Un año atroz, después de haber sido abandonada por mi novio me había sumido en una ola de tristeza y a eso le sumaba la cereza en el pastel, el rumor fuerte de recorte de personal en la empresa en la cual trabajaba… ¿acaso iba a perder todo de un jalón? Se lo había comentado a mi mejor amiga unos días atrás.
La mañana que recibí el paquete, estaba cansada, llena de preocupaciones, con sueño retrasado cargado en mi espalda. Iba dejando huellas de desasosiego a cada paso que daba. Atendí a la puerta cuando el mensajero llamó a ella, dejó la caja con una tarjeta de parte de mi amiga, lo único que decía era: “Esto es justo lo que necesitas, úsalo con precaución”, el interés que desató el mensaje era el que precisaba para animarme a abrirlo de inmediato.
Al romper los sellos de la caja, descubrí una botella donde se leía: “Shampoo quita recuerdos”, en las letras pequeñas al reverso de la etiqueta veían instrucciones, “usarse en caso de querer olvidar”. Suspiré, mi amiga tenía razón, no había otra cosa que deseara más que olvidar al infeliz de mi ex novio, cuyos recuerdos sólo me hacían querer regresar en el tiempo al momento en que lo había conocido, así evitar ese encuentro, esos dos años desastrosos con un final funesto, ese tiempo que había creado un vacío en mi alma, una herida profunda en mi corazón.
Sin leer más, me apresuré a tomar un baño, además de reanimarme, sería maravilloso poder olvidar a ese ser que tanta intranquilidad había llevado a mi vida. Me desnudé y entré a la regadera, el agua estaba en su punto, giré la tapa de la botella, un aroma a olvido salió de allí, era refrescante, e inundó las cuatro paredes azulejadas del baño. Me metí bajo el agua y coloqué una pequeña cantidad en la mano para después pasarlo por el pelo, pensaba en todo el dolor, en su traición, para después sumirme en la soledad con su abandono, la espuma se iba llevando cada uno de esos momentos, cuando el agua acabó con el último vestigio del shampoo me sentía aliviada, sequé mi cabello y mi cuerpo.
Por primera vez en mucho tiempo había podido dormir bien, me sentía envuelta en una calma anormal en mí. A la mañana siguiente, sólo me agobiaba mi situación de trabajo, ir a la oficina con esa zozobra de ser de las desafortunadas a quienes les tocaría el corte, la tensión latente en el ambiente, donde las otrora risas se habían convertido en murmullos implacables que corrían como si fueran ratas huyendo por las esquinas.
Al llegar a casa, decidí tomar otro baño, la botella de shampoo seguía allí, con más serenidad puse música y prendí unas velas, tratando de deshacerme de la situación laboral. “Colocar en el cabello húmedo”. Era una instrucción evidente en la etiqueta de la botella, volví a enjabonar mi cabeza, las preocupaciones se iban borrando, así como las olas del mar borran las pisadas en la arena. Cuando terminé el baño ya no recordaba por qué había estado tan preocupada por mi trabajo.
A la mañana siguiente, un compañero de trabajo pasó por mí, éste se sorprendió cuando no supe cómo se llamaba una canción. “Es tu favorita”, me dijo, “hace semanas que no paras de tararearla”. Para mí era la primera vez que la escuchaba. Ya en el trabajo, no hice un reporte porque no sabía que debía hacerlo y estaba segura que no conocía a una compañera cuyo lugar estaba casi enfrente del mío. Aquello comenzó a preocuparme un poco.
De regreso en casa, corrí al baño y sujeté la botella, “todo aquello en lo que esté pensando mientras use el shampoo será borrado de sus recuerdos”. Ahora entendía la advertencia de mi amiga sobre que debía usar con precaución el producto. Suponía que la noche anterior había escuchado esa canción que había sonado esa mañana en el coche de mi compañero, mientras masajeaba mi cabeza con el líquido jabonoso.
Durante unos días me abstuve de usar el shampoo, pero cuando volví a sentir que me ahogaba en precauciones, me decidí a utilizarlo nuevamente. En el trabajo había comenzado a tomar la fama de olvidadiza, incluso mi jefe me sugirió ir al médico pensando que podía ser una enfermedad neurológica, pero yo sabía la verdad, aunque trataba de sólo pensar en aquello que me molestaba durante el baño, a veces se me cruzaban pensamientos al azar de cosas más importantes y que no tenían relación con el trabajo.
Sigo teniendo encuentros bochornosos y situaciones olvidadizas, sin embargo, también decidí que eso dejara de preocuparme, desde que comencé a usar el shampoo vivo muy tranquila, pienso que pasar por uno de esos momentos de vergüenza es un pago decente para sentirme en calma y, al final, si algo me agobia, sólo basta un simple baño para dejarlo en el drenaje.