¿ORIENTE? 

Por Maggo Rodríguez

Soy una chica distraída. A veces, empujo las puertas de cristal cuando traen un letrero que claramente dice “Jale”. Miro a la izquierda si alguien me indica voltear la vista a la derecha. Eso sí, me defiendo con los puntos cardinales. Se bien cuál es el norte y el sur y puedo diferenciar perfectamente el oriente del poniente. 

¿Cómo lo conseguí? Definitivamente no fue en el libro de Geografía del quinto grado, sino gracias a un viejo amor que tuve que me enseñó, una romántica tarde de agosto, que el sol se oculta al poniente, donde está, según sus palabras, la vida de la ciudad. 

Cuando recién llegué a la Perla Tapatía, no sabía qué había al oriente de la ciudad, sólo me decían que no era recomendable ir para allá, que no había nada que ver. Dicha advertencia me fue resumida, por casi todo aquel a quien le preguntaba qué había que ver ahí, con la frase “de la Calzada para allá”.  Me intrigaba la respuesta y seguía interrogando, hasta conseguir la respuesta de la gente que muchas veces se irritaba con mi insistencia: Que en Santa Cecilia había cholos, sin oficio ni beneficio en cada esquina y que caída la noche, no se quedaban quietos hasta haber matado a uno del bando contrario. Oblatos era descrito como algo similar, con la diferencia de que ahí las calles estaban en picada, llenas de baches y carentes de algo interesante. Que Lomas de San Eugenio no era lugar para una dama sola, porque seguramente si iba no volvería a ver la luz del día. Que en la Bethel no me dejarían entrar por no pertenecer a su congregación. La colonia Beatriz Hernández ¿eso existe? Ya ni hablar de la Barranca porque me asustaron cuando me dijeron que ahí aventaban cadáveres que nunca serían vistos. Simplemente no era bueno meter las narices por aquellos barrios. 

Entonces caminé por muchos años hacia el centro y poniente de la ciudad dándole la razón a mi amorcito y a las advertencias de la gente, hasta que conseguí un empleo que me exigió algo más que horas extras: Trabajar al oriente de la ciudad. 

¿Qué haría? Seguramente me asaltarían ¿Y si un malviviente se me acercaba? Sin duda tendría que inscribirme a clases de defensa personal. Pero si no hay nada por allá, ¿cómo iba a trabajar? Seguramente me despedirían. Pero la renta es cara y tuve que armarme de valor. 

Desde hace cuatro años mi área de trabajo ha sido el oriente. Fue muy grande mi sorpresa al descubrir, como los grandes exploradores, una tierra completamente diferente a la imaginada. Porque Santa Cecilia conocí a jóvenes artistas que, a pesar de su facha, poseen un talento increíble para la pintura y la música. En Oblatos encontré invaluables sitios históricos, como el casco de la ex Hacienda, donde escuché la increíble leyenda de la espada en el árbol y conocí una capilla tan antigua como la misma ciudad. Lomas de San Eugenio me ofreció la mejor vista de atardeceres que cubren cada centímetro quela vista recorre, desde ahí cada pequeño foco te muestra la enormidad del oriente. En la Bethel traté con gente sumamente respetuosa, que alimenta la fraternidad llamándote “hermano” o “hermana”, así seas el residente más viejo o una completa extraña. El parque “El Cuadro” de la Beatriz Hernández me ofreció paz y una verdadera primavera, una llena de flores y árboles llenos de hojas verdes en aquellos meses del 2019 cuando la otra Primavera (el bosque) ardía sin control como tantas otras desafortunadas veces. La Barranca es referente de infancias llenas de aventuras, amigos y mangos silvestres; ahí el verano muestra vida y entusiasmo en ella viven, desde los deportistas más experimentados hasta los novatos que no llegamos ni a la cuarta curva. 

Por supuesto, también degusté una gran variedad de unos de los mejores tacos, lonches, salchipulpos, micheladas, tamales, churros y comida casera de Guadalajara. Pero sobre todo aprendí que la fe mueve y une a la gente y que no hay familia, rota o completa, que no esté dispuesta a luchar todos los días por un mañana mejor.

Cuando encontré lo que verdaderamente era el Oriente de la Ciudad, ya no salía más con aquel gentil hombre que me enseñó los puntos cardinales. No pude contarle mis aventuras al oriente, lo que he aprendido y los barrios que aún me faltan por recorrer y que, en efecto, la vida de la ciudad es al poniente, pero un pedazo del alma de Guadalajara está en el oriente.