
Las desventuras de un oso en primavera
Por Víctor Hugo A. Sanmiguel
En algún lugar del bosque… un oso pescaba un par de salmones. Cuando una hoja se desplomó en el agua recordó que era hora de invernar. Caminó y caminó hasta avistar una madriguera donde se escabulló. El oso tras sentir su pelaje cálido y confortable, se dijo a sí mismo. — Este lugar está horrible — Pensó en su mejor amigo, quien cada año invernaba en el Five Seasons. El oso se preguntó: “¿Por qué me tengo que quedar en un agujero sin calefacción ni Wi-Fi?”. Recordó lo mucho que detestaba invernar y de tanto coraje se quedó dormido.
La primavera lo despertó, su único anhelo era almorzar unos cuántos salmones y rascar su espalda en el árbol. Tras salir de la madriguera notó que el silencio reinaba en el bosque: Las aves habían dejado de cantar y las mariposas recién nacidas temían emerger de su capullo. El oso sacó la lengua, saboreando su desayuno y se dirigió al río donde se encontró con un cartel: Clausurado por cuarentena. El oso anonadado corrió hacia el árbol donde recargó su pelaje y se rascó. Ahuyentado prontamente por una familia de ardillas, pues creían que estaba infectado. Regresó a su madriguera lamentándose no haber invernado en el Five seasons y tras un largo llanto… se quedó dormido.
A nadie le importan las flores
José De Lómvar
Despertó. La brisa entró por la ventana, cargando el aroma de tierra seca y del pastizal durante el estío. Silbó para llamar a Capitán. Sólo el aullido del viento contestó. Se calzó los botines, su pantalón de mezclilla y una camisa de cuadros de manga larga. Salió. Apenas rompía el alba y aún estaba fresco. El patio trasero de la casa de la Buela daba al llano. Volvió a chiflar. Debajo del mezquite pelón, aún en el patio trasero de la casa de la Buela, el cocker spaniel levantó una oreja caída y abrió un ojo lentamente.
—¡Capitán! —gritó a todo pulmón.
En un abrir y cerrar de párpado, capitán brincó de su letargo y acudió al llamado. El perro le llegaba al pecho y, por poco, no lo tiró.
—Vente capitán, ¡vamos a una aventura!
Saltaron la barda baja y corrió entre el pastizal natural y las hierbas secas del llano. A lo lejos, algo amarillo le atrajo su atención. Era el nopal a quien su familia llamaba El Viejo. Corrió hacia él. En lo alto, el nopal tenía muchas botones, pero uno en particular, comenzaba a florear. No podía creer su suerte. ¡No sólo había visto la primera flor de la primavera, sino que esa flor le pertenecía a El Viejo! ¡Apenas podía contenerse!
—¡Somos los más suertudos del planeta! —gritó. —Vente capitán, ¡vamos a decirle a la Buela!
Entraron a la casa y se dirigió al cuarto de la Buela. Habiendo llegado, brincó sobre su cama. Ella seguía dormida.
—¡Buela!
—¡Qué demonios! –la voz de la Buela sonó áspera por el sobresalto.
—Acabo de ver la primera flor de la primavera…
Los ojos de la Buela parecían explotar.
Cinco minutos después, se limpiaba las lágrimas de los cachetes. Todavía no alcanzaba a respirar sin emitir un chillido. Su prima mayor lo vio, agachado y con una bolsa de plástico en la mano, buscando las cacas de Capitán.
—No estés tan triste, ¿sí te dije que la semana pasada vi dos flores amarillas en El Viejo?
Recuperación
Por Maik Granados
Eran los inicios de la primavera 2020, entonces despertó de la larga cuarentena y se sintió limpio en su sistema inmunológico, sin saber que los humanos solo se habían resguardado por unos días, mientras pasaba el efecto de la vacuna.
La Mariposa
Por Jorge H. Haro
Un día en el bosque, los animalitos se percataron que una mariposa que se había postrado en una orquídea silvestre llevaba mucho tiempo sin moverse. Aun cuando todo el néctar de la flor se había secado y el sol se escondía y volvía a salir una y otra vez, la mariposa se mantuvo quietecita en su lugar.
Preocupado por la mariposa, el gusano le preguntó qué sucedía, pero ella se negó a responder. Lo mismo ocurrió cuando la polilla, la hormiga y la luciérnaga le preguntaron. No fue hasta que la araña le rogó que le dijera por qué no se iba volando, que la mariposa, con un profundo suspiro, respondió:
—¿Has escuchado alguna vez sobre la teoría del caos?
Dos lados del espejo
Por Alejandra Maraveles
Miré por el espejo la ventana con el cielo azul y cómo el aire empujaba restos de las flores de la jacaranda que aún adornaba sus ramas con ese bello color morado. Ansié salir y disfrutar de la incipiente primavera. Después recordé que el espejo me mostraba lo que ocurría al otro lado del mundo, afuera de mi casa una brisa fría anunciaba la llegada del otoño.
Suavemente
Missael Mireles
Con mi mirada recorro tu silueta, suavemente, mientras aparentas caminar despreocupada. Quizás no te has dado cuenta, pero casi son las once, ya es tarde, ha oscurecido. Una muralla separa a esta ciudadela de tierra, rocas y mármol de todo aquello que alguna vez nosotros, los residentes de esta misma ciudadela, llamamos vida, y a pesar de esa barrera, soy capaz de verte, de apreciarte.
Te siento tranquila, quizás por la nocturna brisa primaveral. No me extraña, es un elemento que encaja a la perfección contigo, con tu ser. En mi caso, es la misma brisa, pero colmada de insectos, tierra y una esencia sombría lo que me caracteriza. Suavemente te acaricio con mi mirada, te observo, desde mi tumba.
Al sobreviviente de la primavera
E. Pérez Fonseca
Ahí vienen la lumbre, repetía la mujer de cabellos brillantes desde una ventana por la que salían y entraban aves perfumadas. ¿Quién eres tú para hablar de incendios?, preguntó un joven vestido de hipocresía al pasar junto a los barrotes. Soy quien habita este parque desde que la luna era de pulque. Estás loca, anciana, esto es la calle, ¿no escuchas los autos, no ves el pavimento, no te das cuenta que estás en dentro de una casa? Mis ojos sólo distinguen los olores y aquí huelen las casuarinas y las pisadas en el pasto, pero el agua está por terminarse y faltan varios meses para que llueva, es por eso mi preocupación. ¿Entonces estás ciega?, yo podría traer agua a tu casa. Soy tan ciega como un murciélago, pero el agua que tu traes no es la suficiente, necesitaría de muchas pipas y eso es imposible. Eres demasiado pesimista, anciana, además ya desvarías, sí hace mucho calor, mas no te estás quemando, deja de asustar a la gente con tu amargura.
El hombre se dio la vuelta y cruzó la calle sin fijarse, miraba su teléfono. Ni siquiera levantó la vista, mucho menos se dio cuenta que donde siempre se ponía el sol, se suspendía una cortina, debajo rojiza, arriba grisácea.
Sin valentía, en primavera, sin ti
Maggo Rodríguez
Me encantaría tener la valentía de llamarte y escuchar nuevamente tu voz, acordar la hora y el cruce de siempre para reunirnos, ¿sabes? Al fin terminaron de pavimentar la calle que faltaba, ahora ya se puede pasar por la cuadra donde venden las mejores nieves de garrafa de la ciudad. Con este calor estoy segura que pedirías una de limón.
Quisiera volver a verte con tu camisa azul, ésa que hacía juego con las alfombras de flores que nos regalan en esta época las jacarandas y guayacanes rosas y amarillos.
Hace ya más de un año que no te veo, pero sé que ahora estás en un lugar mejor.
Claro, la playa es más linda que la ciudad. Espero que también ahí veas el atardecer, lleno de colores increíbles, tomando la mano de tu nuevo amor en tu nueva vida.
Equinoccio
Por Stephanie Serna
Equinoccio gusta de dormir durante los largos y fríos meses en compañía de los osos. Durante ese tiempo, recolecta inspiración en sus sueños más excéntricos, recoge colores y llena con ellos sus pinceles. En ocasiones especiales, crea lienzos que guarda para la gran noche.
Equinoccio es un artista que se libera varias veces al año, pero sin duda su ocasión favorita es en la que se le entrega la mayor libertad de revolucionar con su talento.
Equinoccio despertó temprano este año, el calor invadió el lecho de los osos. Dado que les fue imposible conciliar el sueño, decidieron con entusiasmo salir a jugar.
Equinoccio acepto acompañarlos, aunque esto significara adelantar un poco la fecha marcada en el calendario. Sin embargo, junto a las demás criaturas que despertaban de su hibernación, no tardaron en darse cuenta de que no había humanos al acecho.
Equinoccio dio rienda suelta a su creatividad, sus pinceles y su calor por más tiempo del usual, no tenía nadie que le señalara, por el contrario, los animales lo animaban y le agradecían por embellecer sus bosques, praderas y selvas.
Equinoccio ha llegado. Equinoccio se queda.
Los rosales de la abuela Nati
Por Nicte G. Yuen
Los rosales del jardín de la abuela Nati: amarillos, rosas, lilas, naranjas, blancos y rojo carmín; despertaron la mañana del 21 de marzo con tremenda invasión de hormigas, y no hablamos de pequeñeces, claro que no; hablamos de gigantescas hormigas rojas, perfectamente alineadas, marchando directo a la zona del jardín donde aún dormitaban los rosales. La histeria colectiva comenzó con los primeros rayos del amanecer, cuando los tallos repletos de gruesas espinas se vieron invadidos del enemigo. La abuela Nati aun soñando bajo su viejo cobertor, no alcanzó a escuchar la firme marcha de las hormigas rumbo al centro de sus flores preferidas, dispuestas a arrancar hasta el último trozo del más pequeño de los pétalos. La verdad es que ninguna rosa opuso resistencia, primero se llevaron todas sus hojas, y cincuenta minutos después siguieron con sus pétalos, no hubo lágrimas ni gritos ni nada, tan sólo el insistente canto de un gorrión.
Entre las flores
Por Víctor Hugo A. Sanmiguel
La Sra Catalina merodea entre los coloridos pasillos de la florería. Cada primavera suele comprarle a Don José (Barista de un local vecino) cien petunias. La viejecita asegura que un día… caerá ante sus encantos. Esta vez un semblante triste acompañaba a la señora. quien ni siquiera miró sus flores predilectas.
—Sra Catalina ¿Cien petunias? — Pregunté con cierta curiosidad.
La viejecita, me regaló una sonrisa e indagó en su bolso color pastel hasta encontrar una nota. Se colocó los lentes y leyó. “Cinsenarias”. Tomé las flores que me pidió.
—Cinsenarias. Son hermosas. Le aseguro que este año Don José caerá ante sus encantos.
La Sra Catalina sonrió vagamente
— Me visitará por la noche
Al parecer finalmente había conquistado a Don José y … ¿pasarán la noche juntos?. Bueno siempre me dije a mí misma que Don José un día por tanta calentura iba a ceder. Le deseé una hermosa noche a Catalina quien se retiró cantando bésame mucho. Un par de horas después el galán de Don José pasó buscando por primera vez cien petunias.
—Déjeme adivinar… son para la Sra Catalina.
Don José asintió.
—Me acabo de enterar… falleció el día de ayer.
Mis estimados escritores… gracias por cumplir con la tarea, pero aunque el tema fue la primavera, sentí que hoy sus ideas se quedaron en la nevera. Lo digo con tristeza pero no le puedo mentir a mi cabeza -a lo mejor esta pandemia les a causado algo de anemia….y no los culpo porque este virus tiene cara de pulpo… Ojala que en la proxima escritura puedan volver cautivarme y llenarnos de dulzura…. Atentamente un lector incomprendido…saludos.
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