El Carrusel Mágico

Por José de Lómvar

Giran, eternamente dan vueltas. El duende y el mono, el unicornio y el caballo, la sirena y el delfín, el dragón y la lagartija; no importa su especie (Equus) ni su procedencia (artículo científico o libro de fantasía), aquí todos son iguales, todos bailan subiendo y bajando al compás de una musiquita infantil y pegajosa capaz de despertar en el filántropo más patético, el instinto asesino.

    Un ciclo inicia, y otro termina. Todo comienza con un brillante sol, y todo concluye con una luna oscura. Así es ésta existencia. Así es el eterno retorno, que una vez que inicia, jamás se detiene. El unicornio sigue al caballo, el unicornio quiere ser caballo. Quiere dejar de ser ligero y convertir su cuerpo etéreo en materia bruta. En otras palabras, quiere dejar de ser unicornio, y simplemente quiere ser. Esta creatura fantástica anhela sentir el aire fresco entre su melena negra mientras galopa velozmente entre los pastos de la pradera. Pero su melena es blanca. Quiere lamer un cubo de sal y quizá, si tiene suerte, preñar a una yegua. Pero en el espacio sideral, él es en soledad… y no existen los minerales que forman la sal. Esta es la triste historia del unicornio blanco. Pobre tonto. Jamás será feliz.

    En este carrusel mágico, también hay una lagartija. Es pequeña y amarilla. Antes era verde, cuando aún estaba viva. Ahora su pequeño cuerpo se pudre. Pero no está completamente muerta, le quedan pocas neuronas vivas capaz de generar sus últimos pensamientos. Curiosamente, su conciencia persiste en éstas últimas neuronas. No sé si esto sea fisiológicamente posible. Probablemente en nuestro mundo no, pero en este orden de palabras, sí lo es.

    En fin, tenemos a una lagartija ni viva ni caída. Lo único que hace es ver hacia atrás. Ve un mito creado por la imaginación de un ancestro hace largo tiempo muerto. Observa al dragón y desea ser dragón. Desea convertirse en aquél ser que respira fuego y que todos temen. Dicho de otra manera, quiere dejar de ser una lagartija pesada y anclada al suelo, para convertirse en un dragón, cuyas alas ligeras lo eleven por la estratosfera. Lo irónico del caso, es que la lagartija vivió su ciclo consumiendo bienes de dragón; comía como dragón, bebía como dragón, y sí, intentaba fornicar como dragón. Pero no era dragón. Y ningún ancestro suyo lo fue. Todos fueron lagartijas. Puedo apostar que esta lagartija utilizará la última sinapsis posible, de sus tres neuronas supervivientes, pensando en qué comprar que lo haga parecer como dragón. Es una lagartija decrépita. En su sangre circula un parásito llamado deuda.

    Estos son dos de los animales del carrusel mágico, pero hay muchos más, miles de millones más, aunque no todos son visibles. Todos tienen una historia similar. Todos tienen un hombre o una mujer en su inconsciente.

Bienvenido al carrusel mágico. ¿Gustas tomar asiento?