Minificciones de verano

El último deseo

Por Gastón Cejas

−Ya he preparado las maletas para el viaje. Así como lo pediste, amor mío. Las frías aguas de los mares del sur te cobijarán de este verano despiadado −le dijo.

Ella guardó cuidadosamente la urna entre el equipaje.

A su ritmo

Por Maik Granados

Con respiración sofocada, intento controlarme. Ella es intensa, rítmica, y aunque la emoción invade mi cuerpo, aprieto los dientes ahogando mis gritos “¡Dios mío, mujer!” pienso. El calor de verano completa la escena. Bañado en sudor le pido un momento 

–¡Espera, espera! 

Ella para en seco, y con la interrogante en su rostro pregunta: 

–¿Qué pasa cielo? ¿No te gusta como manejo?

Calentamiento global

Por Alejandra Maraveles

Y el oso polar despertó de su hibernación, y vio con gusto que en su patio estaba la alberca que siempre había deseado

Paisaje

Por Missael Mireles

Sentía en las plantas de mis pies la suavidad húmeda de la playa, justo en la zona donde la espuma de las olas se une con la arena. Yo me limitaba a caminar, a apreciar la intensidad del azul del cielo reflejado en el mar, piña colada en mano. “Unas vacaciones más que merecidas”, pensaba, al mismo tiempo en que me imaginaba recostado en un camastro, y a unas manos finas masajeando mi espalda. Di un trago a la piña colada, y fue ahí cuando, sorpresivamente, vi acercarse a mi rostro un chorro de agua de considerable tamaño. Me empapó. Y fue ahí que reaccioné. La playa, la arena, mi bebida, desaparecieron, y de nuevo me encontraba en la calle, en una tarde lluviosa, y miré fijamente al auto que me había salpicado, alejarse y girar en una esquina. “Grandisimo pendejo” pensé. Unas merecidas vacaciones es lo que quisiera ahora.

Tormenta

Por E. Pérez Fonseca

De hielo se fue llenando el patio. El exterior del departamento lucía como si fuera una postal invernal, sin embargo, los treinta grados Celsius y el mes de agosto revelaban otra estación. El granizo permaneció el tiempo necesario para que las coladeras de su casa fueran insuficientes. Sobrepasadas por el agua de la lluvia, al principio se ahogaron las cucarachas, en seguida los ratones y al último las personas.

En mi piel

Por Maggo Rodríguez

Han pasado más de diez años desde las vacaciones de verano que pasé en el pueblo. Recuerdo como si hubiera sido ayer el verdor de los caminos, las flores goteando el rocío por las mañanas y mi amor de verano, Alan. Él consiguió su primer trabajo en el obrador con mis tíos. 

Fue amor a primera vista, de chiquillos, pero del bueno. No pudimos disimular, mis tíos nos prohibieron terminantemente salir o siquiera tener contacto visual. Sin embargo, lo nuestro era más fuerte que los regaños y nos veíamos por las noches a escondidas. Alan pasaba en su bicicleta y nos íbamos a la orilla del rió a platicar de todo y nada 

Llevo en mi piel marcado el sacrificio de nuestro amor. Cada vez que uso falda, mi pantorrilla grita una historia que me esfuerzo por cambiar cada vez que alguien pregunta por ello. No, no es un tatuaje, es la cicatriz que la mordida que un perro me dejó la última noche de verano que Alan y yo nos vimos.

Disfruta

Por Stephanie Serna

¡Vamos! Disfruta esta caminata por el aeropuerto, el asiento preferencial en el avión, la atención de las sobrecargo, pero sobre todo, la vista por encima de las nubes.

Disfruta ahora la llegada al hotel, el desayuno continental que te espera al lado de la piscina, las excursiones y el atardecer sobre el suave oleaje terminado a tus pies.

Disfruta los últimos instantes antes de que el grito de “¡Regreso a clases!” del siguiente comercial te haga saltar del sofá.

Oferta de Verano

Por Omar St. Esteban

Se renta familia para el verano, incluye: mujer malhumorada, quejosa, pero jocosa a ratos, de carcajada agradable… de lejos. Dos niños posmodernos, pero de profundas raíces y valores cavernícolas. Los infantes tienes conexión Bluetooth y Ethernet; la Señora sólo cuenta con trifásica, pero tiende a sobrecalentarse.  

Las vacaciones del pequeño Marcus

Por Nicte G. Yuen

Papá vampiro había planeado las vacaciones familiares desde hacía muchas lunas llenas, pero se había guardado muy bien el secreto para dar una sorpresa de infarto a todos en casa. El pequeño Marcus comprendió que realizarían un viaje cuando, aquella noche, las maletas aparecieron en el umbral de la mansión. De hecho, cada año, con la llegada del verano, sus padres organizaban un fantástico viaje a la playa, donde se daban la comilona del año, chupando la sangre a cuanto bañista perdido se encontraban en sus paseos nocturnos por los alrededores del hotel; incluso el año anterior, Marcus había guardado muchos dedos pulgares para regalar a su amigo zombie una vez que regresaran a casa. Sin embargo, en esta ocasión las vacaciones familiares incluían pasajes de avión, capas nuevas y relicarios con la imagen del Señor Drácula. “¡Transilvania!” gritaron sus hermanos antes que Marcus pudiera terminar de despertar y dejar atrás las dulces pesadillas que había tenido aquella tarde. Nada de vacaciones en la playa, ni de los litros de bloqueador que mamá vampiro los obliga a usar antes de perderse en mar abierto, nada de palmeras y cangrejos, nada de calor y humedad y agua de coco…  ¡Transilvania allá vamos! Marcus, aún medio dormido miró de reojo a sus padres, a sus hermanos, a sus padres, a los murciélagos que colgaban del techo de la sala, a sus hermanos, al gato negro tumbado en la puerta de la cocina, a sus padres, a las maletas ya con un pie afuera de la mansión, para finalmente lanzar tremendo grito y salir corriendo directo al auto de papá vampiro.

Y no vivieron felices para siempre