Clones de Compañía S.A. de C.V.

Por Omar St. Esteban

Kevin, “El Chato” Valenzuela, apenas podía creer lo que estaba leyendo, se había hecho acreedor a un descuento de ensueño, en la compra de un clon de compañía. Si bien, Kevin no estaba muy al tanto de las últimas novedades de rabiosa actualidad, que a su juicio sólo le importaban a la gente rica; también sabía que toda mercancía con descuento se tenía que aprovechar.

Mientras se dirigía hacia la agencia para aprovechar el ofertón, también recordaba sus días como “cerillo”, en uno de los últimos almacenes de autoservicio, donde vio pasar toda clase de mercancías tecnológicas. Al pequeño Kevin le sorprendió la locura que despertó en plena Tercera Guerra Mundial, la fiebre de petirrojos electrónicos, de repente todo el mundo llevaba su pajarito al hombro, aunque no sabía por qué la gente gastaba tanto en aquellos aparatos pajarracos; que funcionaban para dar la hora, leer correos electrónicos, contestar llamadas y tenían un sensor, que al detectar un particular ritmo cardíaco, empezaban a decir piropos al oído y frases motivadoras; palabras que Kevin, un huérfano quien se enfrentaba a diario al desamparo podría haber necesitado.

Ahora mientras Kevin se sentaba en la lujosa agencia de clones, blanca y plastificada, le rozó por su mente, la idea que le había ganado la partida al destino, era muy consciente que su pequeña fortuna, nunca le pudo granjear verdaderas amistades y mucho menos quitarle “lo feo”, que él se sentía. El nervioso cliente respiró profundamente y al escuchar su nombre se levantó.

—Tú eres Kevin, ¿cómo estás Kevin…. Valenzuela?, le puedo decir Kevin. Me imagino.

Kevin se quedó estupefacto, no podía creer lo que estaba viendo, el mismo clon de María Félix, lo estaba recibiendo. María Félix era ya para ese entonces una estrella considerada más “vintage”, pero su belleza seguía siendo cautivadora. María, coqueta y sonriente le prosiguió a explicarle de manera muy detallada, la complicada y sofisticada tecnología detrás de los clones; Kevin no pudo seguir muy bien la explicación, se quedaba perdido en la belleza de “la Doña”. Al final lo único que entendió es que era una mezcla de cuerpos creados en laboratorio, enchufados a la corriente eléctrica por vía trifásica y que les llamaban clon, pues, por pura diversión.

María se acomodaba su cabellera una y otra vez, Kevin observó que el catálogo era muy variado, desde Angelina Jolie a Brigitte Bardot, pasando por Sofía Loren; para su mala suerte, “La Doña” después prosiguió a comentarle que tenían litigios con la familia de Salma Hayek y, por ahora, su clon no estaba a la venta.

Mientras Kevin repasaba una y otra vez aquellas imágenes, María se desesperaba cada vez más, le tomó de la mano y le recomendó que se llevara a casa el clon de Laura León, estaba en promoción y con la compra, de regalo, venía incluido el clon de Evita Muñoz “Chachita”, versión película “Pepe el Toro”, otra personalidad del cine de antaño, que al igual que la Doña, las nuevas generaciones nunca adquirieron; si bien el clon de Chachita era un gasto extra de energía a considerar, a su vez era muy acomedida y platicadora.

Para la mala suerte de la Doña, su sistema operativo alzó la ceja y prosiguió a ver al cliente de arriba abajo, Kevin conocía muy bien esa mirada, que lo había perseguido toda su vida, y que hoy lo volvía encontrar una vez más; apenas podía creer que una muñeca-licuadora, lo estuviera humillando y haciendo trizas otra vez; así que, Kevin señaló firme y contundente la imagen del clon que estaba enmarcado en lo más alto, de reojo vio como la Doña se le ponían los ojos azules y pareció experimentar un “system failure” (un fallo de sistema), cuando vio que Kevin, “ El Chato”, escogía el clon más caro, la joya de la corona.

Kevin Valenzuela, el mismo que no tuvo ni siquiera la opción de creer en Santa Claus, y que pagó para saber que era un beso y una caricia, hoy se llevaba a casa, nuevecito de paquete, el clon de Marilyn Monroe.

El feliz cliente después se enteró que tendría que esperar tres meses para que llegase su pedido a casa; por lo que aprovechó para someterse a una estricta dieta, apuntarse a un gym y embetunar su cuerpo con concha nacar todas las noches. Cuando llegó el día señalado sonó la puerta, Kevin se llevó una gran sorpresa al encontrar a uno de los ejecutivos de la empresa, que le ofrecía unas disculpas; había un retraso en el envío de China, pero en menos de dos meses, su clon estaría en casa. Por los inconvenientes causados, el ejecutivo le regaló el clon de Chachita, antes de que Kevin lo pensara dos veces, Chachita ya estaba sentada en la sala; el ejecutivo salió muy deprisa, Kevin volteó a ver a Chachita y ella de inmediato se puso su mandil y se dirigió a la cocina.

Chachita y Kevin se llevaron muy bien desde el comienzo, por primera vez en su vida, parecía que alguien adivinaba toda sus necesidades; así, se les empezó a ver juntos haciendo el super y acudiendo al cine, platicaban hasta la madrugada, cantaban y se comunicaban con silbidos, como recordaba que algunos petirrojos robóticos lo hacían.

Cuando por fin llegó el clon de Marilyn Monroe, Kevin organizó una gran fiesta, hubo muchos invitados, con gran asombro y para la mala fortuna de todos, el orgulloso dueño en el último momento decidió no desempacar, el clon de Marilyn fue el centro de atención de la casa, pero con el tiempo pasó a ser un glamuroso árbol de navidad, mesa, banco, burro de planchar, después portatrajes y finalmente tendedero en la zotehuela; parecería que en la casa de Kevin “El Chato” Valenzuela desde el primer día y para siempre reinó Chachita.

Aunque según algunos petirrojos electrónicos, cantaron otra historia, al abrir el clon de Marilyn Monroe, ésta no sólo le hizo un fuchi tremendo a Kevin, y al resto de sus amigos, dicen que al poco tiempo la rubia de antología, se fugó con el clon de Pedro Infante que había encargado una vecina de al lado. Otros cantarán que la rubia se sobrecalento de tanto uso.