Alucinaciones

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Por Maik Granados

Debilitado, Roberto perdió el equilibro.

Diagnóstico médico: cáncer.

Años de vitalidad consumidos por la enfermedad y las quimioterapias en unas cuantas semanas. Recibió la noticia de su funesta situación vía telefónica, una mañana cualquiera antes de  salir de casa con rumbo a la oficina, mientras devoraba con hambre inusitada una rebanada del pudín de avellana, que su madre había preparado en la víspera, antes de subirse al avión, antes de volver a casa.

Roberto jamás imaginó que cumplidos los treinta años su vida se extinguiría.

Planeaba conocer a una chica, trigueña con ojos esmeralda, la haría su novia, después de conocerse lo suficiente le propondría matrimonio, tendrían hijos, los vería crecer, y con los años, cuidaría de sus nietos, se haría senil, y al final moriría feliz por haber disfrutado de cada minuto de su existencia, dejando atrás el plano existencial en ésta dimensión, satisfecho por los momentos disfrutados, los viajes realizados y el amor profesado a sus amados.

Pero el destino lo llevó por un rumbo distinto.

Deprimido, contó lo sucedido a su madre, lloró con ella en la distancia. Dos semanas después de aquella conversación, el teléfono timbró de nuevo con un repiqueteo que caló hondo en medio de su estómago. Roberto sabía que no eran buenas nuevas, aquel aparato se había convertido en un pregonero de desgracias. Su madre había muerto en un accidente vial, el taxi que la transportaba al supermercado volcó por el exceso de velocidad y la poca pericia de su conductor al esquivar a un niño que invadió imprudente el asfalto. El chiquillo iba tras una pelota.

Roberto sintió nauseas, su cuerpo se embotó, y se desplomó en la sala de su casa con el auricular aún en su mano, y sus ojos enrojecidos se humedecieron hasta decantarse en lágrimas, le supieron a sal –el sabor de la amargura, pensó.

Entonces vinieron los funerales y Roberto, recién huérfano de madre, experimentó unas nauseas intrusas que revolvieron su vientre, una y otra vez.Así sería por el resto de sus días, una guerra interminable en lo más profundo de sus entrañas, cada día y cada vez más y más dolorosa.

Roberto perdió reflejos, movilidad y su piel se adhirió a los huesos.

La fiebre llegó hasta su lecho para ahuyentar al descanso y al sueño, haciéndole caer en un intenso insomnio, desgastado, casi perdió la cordura. En un principio, la vigilia se presentó como lo hace un tren en la estación, con un ruido agudo que perforaba su cerebro a media noche, esto lo hacía salir de la cama, efecto asiduo que le condujo a alucinaciones.

Los días se tornaron eternos y efigies de niños fueron haciéndose frecuentes en los espejos de su apartamento, Roberto intentó mirarlos a los ojos, enfrentarles, al cabo no había nada en juego al hablar con un producto imaginado, sin embargo, su presencia parecía ahuyentarles. En ocasiones, salían despavoridos.

Cierto día en su prolongada agonía, Roberto se lavó la cara frente al espejo del baño, y se descubrió así mismo como un muerto en vida, con los ojos hundidos, enmarcados por profundas ojeras negras, con los labios secos y partidos. Escudriñó su rostro lentamente ante el espejo, luego recordó a su madre, y de soslayo vio la efigie de una niña, estaba impávida, más curiosa que asustada, y sintió el huroneo en aquella inocente mirada. Ella le habló y le preguntó sobre sus apariciones por la casa, con sus gritos guturales implorando por alivio. Roberto supo en ese instante que esa niña en el espejo era algo real,que no era una alucinación, y además sabía sobre su intenso dolor. Él, enojado, increpó a la pequeña, mientras ella se sostenía trémula en el reflejo. Al terminar la retahíla, Roberto miró en el espejo que la nena se envalentonó, entonces ella le preguntó si él había sido la persona que había muerto de cáncer, en medio de la soledad de aquel departamento, diez años atrás…

Un comentario sobre “Alucinaciones

  1. Me gustó. Muerte. Tiempo. ESTUPEFACCIÓN POSIBLE DEL LECTOR. ( DE MI, SÍ) RECORDÉ A BORGES, TODA PROPORCIÓN GUARDADA.

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