
Por Gastón Cejas
Todos quienes estábamos en el bar del Ruli aquél domingo, compartimos ese mismo sentimiento de tragedia cuando se presentó Don Severino vistiendo aún sus pijamas y con el desconcierto modelándose en el rostro.- El Capi se lanzó desde un tercer piso. Quedó hecho un vegetal. Ni para matarse sirvió el muy pelotudo.
La declaración de Don Severino trajo consigo una cantidad despiadada de comentarios. Cada café se enfrió en su taza. Los del vermouth vaciaron sus vasos de un sorbo. A nadie le interesaron ya las vueltas finales de la carrera en el televisor. El Capi había intentado suicidarse.
El estado vegetativo es una condición clínica caracterizada por la ausencia completa de conciencia sobre uno mismo y el entorno. Pero existen, aunque sea parcialmente, funciones hipotalámicas. No están inconscientes ni en coma, están conscientes sin consciencia. Trauma craneoencefálico por brusca desaceleración, diagnosticaría. Un disparo al corazón, así como Favaloro. Ese método en infalible. –Comentaba el Doctor en la mesa central del café.
-Yo no lo puedo creer. Pronunció El Tano. Cuando la gente me pregunte voy a inventarles otro final para la historia. Hasta vergüenza ajena me genera. Estoy seguro que esa misma vagancia, esa flojera que llevaba para la vida, le arruinó hasta su muerte. ¿Cómo puede lanzarse de un tercer piso? Ni la voluntad de subir hasta la azotea del edificio. Ya por encima del décimo piso es una altura prudente para vérselas con la muerte.
Yo me imagino al Capi recargado sobre el balcón, seguramente trasnochado, fumando bajo la luna. Y se cayó. De borracho nomás. Lejos del suicidio, ahora convertido en una planta por una broma desatinada del azar-. Dijo El Ruli mientras pasaba el trapo por las mesas.
-A mí me preocupa María, su mujer. Preciosa hembra. Prácticamente viuda, me atrevería a decir. Debe estar desconsolada. Entre la cobardía de su marido al decidir matarse; y el suicidio que no es suicidio, que es borrachera y azar desconsiderado. Sea como sea, veré qué puedo hacer por ella. Soy bueno con eso del apoyo moral. -Comentaba Elvis.
Desafortunadamente, ni la muerte quiso tener algo que ver con el Capi. Lo esquivó. Lo sedujo y no acudió a la cita. Qué muerte fallida. Muerte hecha en Taiwán. De seguro es tercermundista. Ni a eso tenemos acceso, ni a la muerte. Increíble, solo aquí. Una muerte atormentada de sentido, conmovida ante vida. La muerte fanatizada por Whitman. Que graciosa no-muerte-. Divagaba Un Desconocido sin dejar de mirar el periódico.
Sólo falta que venga Don Aparicio a la tertulia, a querer rezarnos un rosario en el café. Y diría que la obra de Dios es misteriosa. Que el Capi condenó eternamente su alma a las llamas del infierno, en el intento de terminar con su vida. Vida que no es suya, sino de Dios. ¡Pero qué generosa su bondad! Le regala al Capi una nueva oportunidad para redimirse. La eutanasia parece ofender bruscamente el ego de Dios.- Dictaminó El Doctor.
-Bueno… por lo que aportaba a la sociedad la sanguijuela ésta ¿Qué digo? A su casa siquiera. Qué importa cómo fue, tampoco podrá explicarlo. Ya pueden subirle nuevamente el volumen al televisor, quiero saber quien ganó la carrera-. Alguien comentaba desde un rincón de la sala.
Entre el sabor amargo que deja la muerte caducada en la boca, la magnanimidad chirle de Dios, los comentarios deshumanizados de cualquiera que pasó por aquí. La borrachera desafortunada del Capi; y el sinuoso camino del no-suicidio a la muerte digna que transité en el café, hicieron que no me pesara irme sin pagar la cuenta.