Por Omar St. Esteban
—¿Tienes miedo?
—¿Por qué voy a tenerlo?
—Después de esto, sabes que no hay vuelta atrás; ya no hay variante en tu destino.
—No tengo derecho a tener miedo, si te dije que tengo en casa…
—“Ahhh, ahhh” la primera regla es que no me digas nada de ti, ¿entendiste?
—No quiero saber, ni me interesa, ni me importa, si eres el onceavo hijo o el hijo perdido de Cristo; me vale un diablo, saber si tu mamá, cocina, cose, o coge ajeno ¿Entendiste?
—Pero…..
—De ahora en adelante para ti yo soy el señor “Z”, comprendes; grábate muy bien en tu cabeza de chorlito, soy “Z” y para mí, tú serás señor “Y”.
—Y ¿por qué no puedo ser señor “X”?, como el de las películas… ¡Ay sí, no!—el joven “Y” suelta un pequeña y tímida risa.
El señor “Z” mete hasta el fondo el acelerador, mientras de una manera diestra y ágil registra una parábola casi perfecta y sin escalas a su objetivo; finaliza su transcurso al estacionarse, haciendo una hipérbola perfecta; que hace que el señor “Y” estrelle su cabeza fuertemente contra el vidrio del automóvil.
—Porque el señor “X” es el patrón, si serás estúpido. —y continua —¿Cuántos años tienes “Y”?
—No te lo voy a decir —contesta “Y” mientras se soba la cabeza.
—Es una orden, ¿cuántos años tienes “Y”? Comienza habituarte a responder a tu nombre — termina el señor “Z” y prosigue —, no puedes contarme nada de tu vida, a no ser que yo te lo pregunte entendiste, animal. ¿Cuántos años tienes “Y”?
—Ya voy para 18 —contesta “Y”.
Señor “Z” saca su pistola, apunta a la cabeza de “Y”, éste, nervioso, busca por todos lados un refugio cóncavo o convexo donde poder esconderse.
—Vuelves a mentirme y te juro que voy a cuadrar el arma y terminar con tus dos catetos — señor “Z” saca debajo del asiento un cartucho y enfrente de “Y”, carga su pistola y prosigue — ¿Tú crees qué esto es un juego? Bruto, ¿tú crees que estamos jugando muchacho?
Señor “Z” golpea con la pistola a “Y”, él trata de defenderse.
—¿Cuántos años tienes? —pregunta señor “Z”, como si fuera una sentencia de muerte.
—En tres días es mi cumpleaños —señor “Y” toma aire mientras pone sus manos a la defensiva y continua —por lo que me faltaría un año para cumplir 18. Así que es como si tuviera 18; porque estoy muy bien vivido.
Señor “Z” pone su arma abajo de su pierna, en su rostro se dibuja una pequeña variante.
—Cabrones cada vez los agarran más “chavitos”.
—¡Claro!, porque por ser chavos, somos más aventados, tenemos más huevos.
—Sí huevos, que sólo sirven para acabar estrellados y hacer omelet a la pendeja.
Señor “Z” y “Y” se voltean a ver, por un momento parecieran compartir una equivalencia; el Señor “Y” aprovecha para preguntar:
—¿Cuántos años tienes tú?
—Los suficientes para que me hables de usted —responde Señor “Z”, volviendo a dejar claro quien es la hipotenusa; prosigue con un tono más serio —y los suficientes años para ir pensando las mentiras que le contaré al diablo y te vuelvo a repetir llámame de usted.
El Señor “Z” baja el vidrio del coche.
—Tienes que aprender muchas cosas, si quieres sobrevivir a esto —remarca el señor “Z”.
—¿Usted cree? —pregunta “Y” con una sonrisa de cinismo.
—Primera lección, chamaco estúpido, de ahora en adelante no llamarás a los objetivos por su nombre, sino los llamaremos “A”, “B” o “C”, entendiste —“Z” observa cuidadosamente la cara de desconcierto de “Y”, al poco tiempo continua —te diré entonces: Señor “Y” hoy vamos a resolver a “B” porque quiso librar a “X”.
—Ósea que nos vamos a chin….
Un manotazo de “Z” termina por dar en la cara de “Y”, señor “Z” continua. —Vamos a despejar “A”, “B” o “C” por “X” está al cuadrado.
—Ósea que está encabronado el patrón —termina por decir “Y”, mientras sonríe.
—De veras “Y”, estás bien pendejo — “Y” inmediatamente cambia su semblante.
El señor “Z” inspecciona el estacionamiento.
—Es como el día de hoy, esta vez vamos a resolver a una joven, que llamaremos “A”, que se quiso poner un valor agregado con el señor “X”, que no le correspondía; pero esta joven “A” trae variantes con ella, si me sigues.
Señor “Y “ se rasca la cabeza y contesta. —Sigue, digo siga “Z”.
—Ahora bien, sabemos toda la rutina de “A” y lo que “A” ignora es que nosotros conocemos su postura exacta en el cuadrante, porque una de sus variantes es incógnita y fiel al señor “X”, ¿entendiste?
—Pos algo —contestó “Y” muy destanteado.
—“A” tiene la costumbre semanal de acudir a la misma bisectriz, para que sus curvas eviten la desgracia de convertirse en cóncavas. “Y” en ese momento tú llegarás a resolver el problema. Tienes aproximadamente 10 minutos para hacerlo.
“Y” comienza a respirar profundamente.
—Te pregunté si tenías miedo, no te preocupes “chamaco”, la adrenalina en pocos segundos te convertirá en “chamuko”, a todos nos pasa, ahora ve por “A” y resuelve la ecuación.
“Z” espera impacientemente por algún tipo de señal, que le dé a entender que la ecuación fue resuelta con éxito. Al poco tiempo “Y” aparece en el carro y se sube.
—¿Qué pasó? ¿Resolviste al objetivo “A”?
“Y” no contesta le toma un tiempo y prosigue. —No pude wey, no pude señor “Z”.
El señor “Z” reconoce cierto variantes y parámetros que lo ponen en a alerta y se dirige a “Y”.
—Cabrón lo que te falta de viejo, lo tienes de astuto.
El señor “Z” baja del auto con gran rapidez, abre la puerta de copiloto y saca a empujones a “Y”. Cuyo semblante cambia radicalmente.
—Vamos te voy a enseñar a despejar al diablo.
“Z” y “Y” se mueven derecho y sin ninguna variable hacia la bisectriz establecida. El señor “Z” tiene encañonado al joven “Y”.
—Te dije que nunca me mintieras “Y”.
—No, espere señor “Z”, usted no sabe; a mí me mandaron a poner.
—A ponerme un 4, sabes “Y” la mirada de un hombre siempre cambia una vez que ha resuelto un problema a sangre fría. Como la que tú tienes ahora. Muchacho pendejo.
Al llegar al punto de encuentro, “Z” ejecuta en una ecuación perfecta al señor “Y” cae a lado del objetivo “A”, que ya había sido exterminado con anterioridad.
“Z” sale con calma abandona la bisectriz, mientras camina se pregunta, ¿por qué “X” mandaría a jugarle una ecuación no lineal a él? Después de tantos años jugando para la misma directriz, ahora el señor “Z” comienza un razonamiento lógico deductivo. ¿Por qué el señor “X” lo mandó despejar a él, con una ecuación no lineal, radical de solución de raíz?