Mi hermano es un superhéroe

Mi hermano es un superhéroe

Por Stephanie Serna

Yo sabía que mi hermano Adrián era un superhéroe, lo sabía, incluso antes de que él me dijera su secreto.

Lo supe, por su rapidez al jugar a las carreritas y al futbol.

Lo supe, porque él es súper fuerte, tanto que podía cargarme sobre sus hombros cuando quería alcanzar algo de la repisa más alta de mi cuarto.

Además, Adrián es súper inteligente, siempre me ayuda con mis tareas de inglés y matemáticas cuando me parecen difíciles.

Recuerdo que una vez, mi hermano regresó de la prepa (así se llamaba su escuela) con manchas moradas y rojas en la cara. Le pregunté que qué le había pasado y él me contó cómo unos chicos malos habían querido robarle sus poderes y cómo él había logrado vencerlos.

—¡Qué raro!— pensé. —A los superhéroes nunca les pasa nada en la cara después de las peleas.

Pero después de eso, mi hermano aprendió a esquivar los golpes. Cada noche, al llegar de su escuela, me contaba una nueva aventura:

Como cuando su equipo de futbol venció al Real Madrid.

O como cuando detuvo a un camión antes de que chocara contra su escuela.

O como cuando descubrió que su maestro era realmente un villano que buscaba controlar la mente de sus amigos.

Un día, mi hermano dibujó un cartel muy bonito. Dijo que iría a enseñárselo al presidente para convencerlo de que lo ayudara a alejar a los chicos malos de su escuela.

Mamá le suplicó que no fuera. Yo le dije que no tenía que preocuparse, pues mi hermano sabía cómo cuidarse solo. Claro que no le dije que Adrián era un superhéroe. Ese es nuestro secreto.

Esa noche, mi hermano entró a mi cuarto por la ventana. Me contó que cuando fue a hablar con el presidente, él le pidió que lo ayudara a detener a los villanos de la ciudad, pero que era un secreto, un enorme secreto que yo no debía revelarle a nadie. Me dijo que tenía que irse y prometió que volvería cada noche para contarme sus aventuras.

Lo cumplió. Adrián es el mejor hermano del mundo y el mejor superhéroe de todos. Me cuenta cómo son las cosas en su guarida secreta y de vez en cuando, me lleva a volar.

A veces mi mamá entra a mi cuarto, es entonces que mi hermano se esconde debajo de mi cama.

—¿Con quién hablas, Ben?— me pregunta

—Con Adrián— le contesto y a ella se le llenan los ojitos de agua. Pobre.

Debe sentirse triste por no saber nuestro secreto.