Una vida en una llamada

Una vida en una llamada
Por Alejandra Maraveles

Cuando cumplí 23 años, comencé a trabajar en una empresa grande y por primera vez tuve una tarjeta de débito, mi felicidad fue enorme, era mi confirmación como una mujer adulta, a los dos meses de obtenerla, traté de hacer una compra en línea, sin embargo, declinaron el pago y marcó un error, noté que al reverso de la tarjeta aparecía un número de teléfono para llamar en caso de un problema. Pensé que sería algo fácil; llamé para pedir una aclaración, jamás imaginé que tardaría una vida en ésta, mientras escuchaba timbrar el teléfono, salí del trabajo que me había otorgado la tarjeta y entré a otro, cuando por fin contestaron, ya llevaba seis meses en mi nuevo trabajo, un “por favor puede marcar los 16 dígitos de su tarjeta” sonó con una voz automatizada, chequé mi tarjeta y marqué uno a uno hasta llegar a los requeridos. Mientras esperaba la contestación, logré un ascenso de puesto, salí a festejar con mis amigos, “por favor, espere en la línea, en un momento le atenderemos” sonó con esa voz fría y mecánica de una grabación. Pude por fin comprar mi carro, salí de vacaciones en él, hice algunos viajes largos e incluso planeé un viaje por Europa, “por el momento, todos nuestros asesores se encuentran ocupados, por favor no cuelgue, su llamada es muy importante para nosotros”. El viaje a Europa fue maravilloso, conocí partes de Francia, de Italia, de Alemania, de Austria, de Grecia y de España, deshacía las maletas cuando un asesor tomó mi llamada, “buenas tardes, habla con Francisco, para continuar, ¿podría por favor, pasarme los 16 dígitos de su tarjeta?”, fui por la tarjeta y volví a recitar los 16 números, “espere unos minutos”, terminé de deshacer mi maleta, la empresa se encontraba en crisis por la recesión económica, los recortes presupuestales asustaron a todos, “hemos confirmado su número, podría decirnos por favor su nombre completo”, “Rosa Gómez Palacios” mismo nombre que sonó fuertemente cuando las disminuciones presupuestales no fueron suficientes, pues ya en ese momento comenzaban a afectar al personal que laboraba en el lugar, salí en la segunda tanda de despedidos, “estamos confirmando sus datos”, yo estaba triste, pensé que en medio de la recesión no podría obtener ningún otro empleo, pero a los dos meses logré posicionarme en una empresa trasnacional muy reconocida, volví a respirar con normalidad. “¿Hemos confirmado sus datos, podría decirnos cuál es el problema?” “No puedo hacer un pago en línea”, ya llevaba dos semanas en la trasnacional cuando conocí a Israel, “eso corresponde a otro departamento, la traspaso”. Israel, era una persona encantadora, de esos caballeros que casi no se ven, de esos que abren las puertas, retiran las sillas y se levantan de su asiento cuando llega una dama, “estamos trasladando su llamada, por favor no cuelgue”, Israel me comenzó a invitar con regularidad a salir, unas veces al cine, vimos estrenos de películas premiadas, de películas domingueras, de películas parte de sagas. “Buen día, habla con Luis, me podría por favor pasar los 16 dígitos de su tarjeta”, volví a dar los dígitos pedidos. Israel y yo fuimos a comer a restaurantes, a cafeterías y a uno que otro bar… “podría por favor decirme cuál es el problema”, lo hice… Fuimos a pasear a parques, a la playa y al lago… donde me dio el anillo de compromiso… “’podría darme su domicilio”, tuve que darle el nuevo, porque Israel y yo nos casamos y nos fuimos a vivir a un pequeño departamento, propiedad de Israel, “el problema pertenece a otra sección, transfiero la llamada”, a los 8 meses nos cambiamos a una casa más céntrica y más grande, ya estábamos esperando a nuestro primer hijo, “por favor, no cuelgue, su llamada es muy importante para nosotros”, a los dos años llegó nuestra hija, y preparamos bautizos, confirmaciones y fiestas de cumpleaños. “Buen día, habla Carmen, podría darme los 16 dígitos de su tarjeta”, el número ya me lo sabía de memoria, así que lo hice sin problemas. Los 15 años de mi hija y la graduación de la preparatoria de mi hijo, quien iría a estudiar al extranjero porque se había ganado una beca. “Podría confirmarme algunos datos para saber si es la propietaria de la tarjeta”, claro, dije, y contesté a cada pregunta de la asesora. Israel tuvo un accidente y murió, yo supe lo que era la soledad, nadie sabe lo que es estar sola, sino hasta después de haber tenido al compañero perfecto. “Su problema es con otra persona, la transfiero”… mi hija se casó, y mi hijo obtuvo un doctorado, la soledad comenzó a sanar, con los pequeños nietos que me llenaron de abrazos y a quienes podía colmar de cariño. “Soy Alfredo, podría darme los 16 dígitos de su tarjeta”… apenas podía recordarlos, ya me estaba volviendo vieja. Mi hijo también se casó, pero vive en el extranjero, mis nietos cada día están más grandes, a veces los confundo con mis propios hijos… “¿podría decirme cuál es el problema de su tarjeta?”… en ese momento ya no lo recordé, no sabía para qué había hecho esa llamada, no recordaba cuánto tiempo había pasado, y ya no importaba, miré a mi alrededor y no sentí que algo me faltara, así que simplemente colgué.

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