Aristóteles

Por Mario Lozano

Yo fui Aristóteles de Estagira, hijo de Nicómaco, médico de la corte del valerosísimo rey Amintas III de Macedonia. ¿Por qué esa cara? ¿Estás asustado? Mis sandalias crujen por el polvo de tu balcón. ¡Qué bellas magnolias tienes aquí! Voy a entrar.​

​ ​ ​ Me sentaré en este taburete. Permíteme alisar los pliegues de mi túnica. Hace calor en este lugar. Veamos. ¿Dónde estábamos? Yo fui Aristóteles, el más prominente discípulo en la Academia de Aristocles de Atenas, a quien todos apodaban “Platón” por los enormes omóplatos de su espalda. Yo fui Aristóteles, el ilustre fundador del Liceo en Atenas, la mejor escuela de mi época, donde mis estudiantes peripatéticos aprendían medicina, zoología, anatomía y filosofía…, ¿qué ocurre? ¿Sigues temeroso? Escucho el crotorar de tus dientes. Ya no tiembles, por favor. No, esto no es un sueño. Soy tan real como ese jarrón de agua. ¿Acaso nunca creíste que el espíritu sobrevive al cuerpo? Yo tampoco lo creía.​

​ ​ ​ Yo fui Aristóteles, tutor del mismísimo Alejandro Magno, el más grande conquistador de la Antigüedad. Oye, esa jarra me dio sed. ¿Tienes algún vino que ofrecerme? ¿Y queso de cabra? ¿Nada?​

​ ​ ​ Yo fui Aristóteles, padre de la metafísica, la ética, la lógica, la física y la biología. ¿Habrá aceitunas negras en ese recipiente? ¿Y aceitunas verdes? ¿Tampoco? ¿Qué antojos degustan mientras charlan ahora?​

​ ​ ​ Yo fui Aristóteles, llamado “el Filósofo” por los sabios del Medioevo, y “el Maestro de los que saben” por los teólogos que cristianizaron mi pensamiento. Fui el primero en afirmar que todo ser contingente debe provenir finalmente de un ser necesario, y que en las cadenas de causas debe haber una causa sin causa: Dios.

​ ​ ​ Yo fui Aristóteles, amé locamente a mis esposas, la bella Pitia de Aso y la dulcísima Herpilis. Escribí un libro para mostrarle a mi hijo el camino de una vida feliz y virtuosa. Y las intrigas palaciegas me obligaron a huir de Atenas para que esta malhadada ciudad no fuera a pecar dos veces contra la filosofía.​

​ ​ ​ ​ ​ ​ Yo fui Aristóteles, amigo de Platón, pero más amigo de la verdad.​ ¿Qué quién soy, dices? Vaya, al fin hablas. Pues te diré la verdad: yo soy Aristóteles.