Bruma

Por Missael Mireles

Hoy salí a caminar. Aunque es primavera, y un cielo decorado con delgadas líneas de nubes blancas se alza sobre mí, mi mente está invadida por una Bruma espesa. Ni siquiera sé cómo describir esta sensación: dicha Bruma está presente en mí, no se percibe a mi alrededor, pero estoy preso en ella. Puedo ver casas, autos transitando y personas metidas en sus propios mundos: algunas realizan actividad física, otras parecen volver de sus jornadas laborales, y nunca faltan quienes pasean a sus mascotas mientras revisan sus celulares. Todo eso me es indiferente, como si nada fuese real. 

          Hay extrañas Entidades que habitan en la Bruma; son incorpóreas. Me aterran, saben cómo atacarme. Parece que hasta se alimentan de mí, lo siento muy seguido. En ocasiones me despierto con miedo.

         Una de ellas me atacó de repente, pues mis pasos se volvieron más lentos y pesados, como si mis piernas se hubieran convertido en rocas. El simple hecho de caminar se volvió un esfuerzo de magnitudes olímpicas; tuve que ignorarlo, y hacer lo posible por mantener un ritmo por lo menos estable. Quería evitar miradas y comentarios incómodos. Me detuve un momento en un parque, donde la vida cotidiana seguía su curso natural. Mis piernas se debilitaron aún más, y me vi forzado a recostarme en el pasto. Otra vez el tono claro del cielo, que la Bruma me impide apreciar. Estoy cansado, en verdad, cansado, mucho más de lo que sentía al terminar las clases de atletismo, a las cuales no he vuelto en varios días. ¿De dónde voy a sacar energía y ánimos para eso? Si por la Bruma, y sus Entidades, apenas pude mantenerme de pie el día de hoy. Vuelvo a fijarme en las personas que están aquí, comunes, tranquilas ante mis ojos, o eso percibo yo, ignoro si tienen problemas graves y tratan de disimular, o si todo está en orden en sus vidas. De alguna forma, sea cual sea la situación, no saben cuánto los envidio, me duele no estar en su lugar. 

           La música continúa reproduciéndose, no le pongo atención alguna, no me es posible hacerlo, es otra de las cosas indiferentes para mí y eso me pesa demasiado; yo soy de esas personas cuya piel se pone chinita con alguna canción que les fascine. Para mí, una de ellas es Fluorescent Adolescent, de los Arctic Monkeys. Precisamente acabo de escucharla hace unos minutos, más no tuvo ningún efecto en mí, fue otra canción más en mi lista. Se dice que la música y el ejercicio son las mejores terapias, pero, ¿qué pasa cuando ni siquiera existe el más mínimo interés por ambos? Esa es otra de las cosas que me arrebataron las Entidades. Espero a esas hijas de la chingada hayan disfrutado el banquete. 

           A veces tienen piedad, o no sé si deba llamarlo de esa manera: hace unos días hablé con un amigo, me contó sobre su divorcio, y el duelo que esto le genera, entre otros problemas. Al parecer supe escucharlo y apoyarlo lo suficiente, o, por lo menos, eso me lo hizo saber él. No sé cómo le hice. Ayer le pregunté cómo se sentía, me dijo que estaba tranquilo, y que nuestra conversación le ayudó. Eso me sorprendió: ¿pude ayudar a alguien más, y no puedo hacer lo mismo conmigo? 

           Desde hace unos pocos días, una de las Entidades me roba el apetito por las mañanas, y, a cambio, me deja con preocupaciones excesivas; las taquicardias me despiertan antes que la alarma. En la mayoría de las ocasiones, me entrega un vacío, de esos que implican un esfuerzo inmenso por levantarte. Tal cual como me pasó el día de hoy, como me siento ahora. Empiezo a sentir la espalda y los brazos húmedos, tal vez ya esté sucio por estar recostado en el pasto. A veces me imagino hablando con la Bruma, y con las Entidades, con el objetivo de saber por qué me torturan de esta forma, o qué quieren de mí. No obtengo respuesta alguna, más conozco sus nombres verdaderos: Miedo, Angustia, Desesperanza, Derrota, Frustración, Desánimo. Están conmigo todo el tiempo, casi sin descanso. No sé si a veces sienten lástima por mí. En muy contadas ocasiones, llego a reír con sutiles ganas, o me entra un ligero apetito, sobre todo, por cosas dulces, no puedo negar que, de verdad, disfruto el sabor cuando suele ser así. 

           Ignoro si eso sea por voluntad de las Entidades, o de la Bruma, de esta cruel depresión que me diagnosticaron hace varios meses. He tomado una decisión: no tengo idea de cómo lo haré, pero no pienso rendirme; desconozco la forma correcta de vencer a la Bruma, más no voy a permitir que me gane. Por la música que tanto disfruto, por volver a caminar en calma bajo el atardecer, por mi familia y amistades, voy a pelear hasta el final.