
Por Maggo Rodríguez
HASTA BERLÍN
Te hubiera seguido, a ciegas, no habría dudado ni un momento en iniciar otra carrera para irnos a trabajar a Alemania como me lo propusiste, con un viejo vademécum en la mano. Y es que, de haberlo hecho, sabrías que sí estaba enamorada de ti. Por supuesto, eso no era parte de nuestro trato. Todo hubiera terminado al instante, por eso te dije que no.
PUNTUALIDAD CENTENNIAL
Todas las noches, entre las 9 y 11, una pareja de jóvenes se ve afuera de mi casa. Platican, se ríen, se besan, concluyen su velada más a fuerzas que de ganas. Es notorio el cariño que se tienen, con lluvia o frío él llega puntual a ver a la chica y yo, escuchando casi todo lo que se dicen, deseo dos cosas: Que el amor nunca se les acabe y que me dejen dormir.
UN CUENTO PARA TI
Cuando supiste que era escritora, me pediste que hiciera un cuento para ti. No he olvidado tu encargo, pero lo que quisiera decirte podría resultar altamente censurable por la pasión de mis líneas. No podría plasmar en un papel lo que mis labios te han demostrado en la piel. Sigo pensando cómo resolver lo de tu cuento, aunque conozco algunos detalles de tu pasado, me gustaría, no sé, una vida contigo para conocerte un poco más y hacer una obra digna, sólo para ti.
ABURRIDA
No es que no anhele tu compañía, te deseo tanto como el primer día, desde hace diez años. Pero ya no me emocionan las noches de nuestros encuentros, me fastidia saber que nos vamos a ver, me aburre porque cada vez es lo mismo, nada cambia. Conozco ya tus gestos, tus escasos sonidos, como inicia y acaba todo. Es como si leyera una y otra vez el capítulo más entretenido de una novela que llevo tiempo intentando acabar. No te equivoques, no hay nada sentimental, eso quedó atrás hace tiempo. Hoy sólo quiero que encuentres la manera de hacerme vibrar nuevamente.
