El café se enfría

Por Miriam Prudencio

¿Cuántas tazas de café van? ¿Cuántas veces se ha repetido esto? Estoy sentada nuevamente en una mesa esperándote, mientras el café se enfría, afuera llueve y mi teléfono no tiene la mínima señal de vida de tu parte.

¿Por cuánto tiempo podré seguir con esto? ¿Cuánto tiempo soportaré? ¿Por qué comenzó todo en primer lugar? No entiendo cómo es que todo esto está sucediendo, me lo pregunto mientras sigo viendo la taza frente a mí, no sé dónde estás o qué estás haciendo, sólo recuerdo las palabras que quedaron en el aire aquella noche.

El café se enfría y a ti no parece importarte, regreso a casa la lluvia continúa, por fin, mi teléfono recibe tu señal y ahora sé que sigues vivo, te disculpas nuevamente por no haber llegado, como se ha comenzado a hacer costumbre…  Ignoro cuando veo tu nombre en el identificador, no tengo ánimos para seguir soportando esto, no puedo más, ya no, siento tu frialdad más helada que la lluvia que golpea mi rostro.

Recuerdo aquella noche y cómo cambió todo, ahora entiendo que nada fue verdad, ni siquiera el café que me llevaste aquella mañana cuando desperté contigo. Ahora no sé si es producto de mi imaginación o de mi corazón, no lo sé, todo es tan confuso en este momento, de lo único que puedo estar segura es de que el café también puede enfriarse y no sólo el café que en algún momento estuvo en mi taza, el café de tus ojos, de tu cabello, no es igual, nada es lo que fue alguna vez, la culpa me carcome junto con la incertidumbre, no sé en qué momento todo se derrumbó

Pero entiendo que el café también se enfría, mientras mi corazón y razón sostienen una guerra dentro de mí, desconozco quién de los dos ganara o quién esté a tu favor, lo único de lo que estoy segura es de que siento que me ahogo, poco a poco.

Mientras tanto, extraño tu mano, la cual no está para sostenerme como lo habías prometido.

Nunca me dijiste que esto iba a doler tanto, ni siquiera lo sugeriste… las palabras del pasado nunca hablaron de qué pasaría después, mil pensamientos inundan mi mente recordando todo. Tal vez nadie tiene la culpa, la culpa la es la propia por no escuchar a la razón que gritaba que no era correcto.

El café también puede enfriarse y ser más amargo de lo habitual. Sobre todo, es así cuando intentas, cuando tratas de que algo sea lo que no es. Lo único de lo que estoy segura es que mañana te veré de nuevo y tendremos que fingir que esto nunca pasó, actuar como si este café no fuera amargo desde hace mucho tiempo, desde que todo cambió.

El café se enfrió hace mucho, pero ninguno se dio cuenta hasta que todo fue amargo, pero no te culpo, a nadie más que a mí misma, por no recordar que a mí no me gusta el café.

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