De cómo Mikel y Jana, conocieron a Valkiria.

Por Maik Granados

Mikel y Jana eran dos niños vikingos del pueblo pesquero de Dorestad, eran hermanos gemelos, esto quiere decir que nacieron el mismo día de la panza de la misma mamá.

Desde muy pequeños, fueron muy unidos, comían a la misma hora, jugaban a ser grandes guerreros conquistadores con sus espadas de madera, se imaginaban luchando contra los monstruos marinos que los acechaban desde el mar, incluso cuando visitaban a sus viejos abuelos escuchaban atentos sus historias sobre Odín, el dios de los vikingos, y el Valhalla, el cielo de los vikingos.

Su padre, Jomor, era el líder de la tribu de pescadores, él y sus compañeros zarpaban desde muy temprano en sus karvs, así se les decía a los barcos de los vikingos, en busca de peces para comer y para comerciarlos con otros pueblos. Jomor y los pescadores de Dorestad, pasaban horas navegando en las aguas de aquel mar lleno de peces grandes y chicos, y también de enormes monstruos marinos.

Mikel y Jana, junto con otros niños del pueblo, corrían por las tardes a las playas, cuando el sol se ocultaba, para darles la bienvenida a sus padres, después de un largo y agotador día de trabajo en altamar.

Jomor y sus compañeros, bajaban de los barcos con muchas canastas llenas de deliciosos peces, a veces traían camarones y hasta cangrejos. Pero los mejores días, eran cuando el papá de Mikel y Jana, llegaba con extrañas criaturas capturadas por sus redes. Una vez llegó con una estrella de mar, otro día llegó con una enorme ostra, tan grande como el plato donde su mamá pone la fruta que trae del mercado.

Por las noches, durante la cena, Mikel y Jana escuchaban las historias de las aventuras de su padre en el mar, y de cómo luchaba contra los enormes monstruos marinos, con sus arpones y sus lanzas, para evitar que les arrebataran lo que habían pescado.

Mikel y Jana conocían el mar, pero nunca se habían subido a un karv o barco vikingo, y mucho menos nunca habían navegado a ultramar.

Un día mientras Mikel y Jana esperaban en la playa la llegada de Jomor, el niño le preguntó a la niña si quería salir a navegar, ella le contestó que sí, pero los niños no sabían cómo hacerlo. Así, los hermanitos acudieron con Jomor para que les enseñara a navegar y a pescar. Jomor les dijo que sí lo haría, pero sería dentro de algunos años, pues los dos eran niños pequeños, tenían cinco años, y debían esperar unos siete años más para ayudarle en sus actividades como pescador. Desilusionados, los gemelos vikingos, durmieron tristes esa noche.

A la mañana siguiente, Mikel despertó a su hermana muy emocionado, le contó sobre un sueño que tuvo la noche anterior, le dijo que había soñado con las instrucciones para manejar un karv, y al parecer no era difícil hacerlo, así que le propuso a Jana, tomar prestado el barco de su papá sin que él se diera cuenta. Lo harían un domingo por la mañana, los domingos los vikingos no trabajaban, lo harían temprano antes de que el sol saliera en Dorestad.

Y cuando llegó el domingo, Mikel y Jana tomaron sin permiso el barco de Jomor, zarparon rumbo al mar, los vientos soplaron con fuerza y empujaron la embarcación lejos de playa.

El sol salió, Mikel y Jana notaron que el barco se mecía muy fuerte, Jana le dijo a su hermano que se sentía como si estuvieran dentro de una cuna gigante, los dos rieron, entonces Mikel le dijo que más bien se sentía como un enorme columpio.

En su viaje, vieron delfines nadando rápidamente sobre las olas, también vieron aletas de tiburones hundiéndose y volviendo a salir del agua, en el aire lograron ver el vuelo de varias gaviotas y hasta el de un albatros, pero de los monstruos marinos no hubo ningún indicio.

Los gemelos se sentían maravillados con la experiencia que estaban viviendo, sin embargo llegó la hora de regresar a casa y para su sorpresa ninguno de los dos sabía como hacerlo, entonces se sintieron solos en medio de la inmensidad del mar, la noche se acercaba y los dos niños estaban preocupados por el castigo que Jomor les impondría.

Ante el problema de no regresar a casa, Jana se desesperó y comenzó a llorar, sus lágrimas cayeron al mar, Mikel pensó que el agua del océano era salada por eso, por las lágrimas de las hermanas de otros niños que habían zarpado a escondidas en los barcos de sus padres.

Entonces el sol comenzó a ocultarse, Mikel sintió miedo y estuvo a punto de ponerse a llorar junto a Jana cuando la cola de una enorme ballena apareció enfrente de ellos, su hermana no podía creer lo que estaba viendo, Jana se quedó con los ojos asustados y la boca bien abierta.

Mikel gritó que se trataba de un monstruo marino, y como buen mini vikingo, le dijo a su hermana que debían luchar con los arpones del barco y sus espadas de madera, en contra de aquel enorme animal, de pronto la ballena sacó la cabeza a la superficie y comenzó a hablar, Mikel se desmayó por unos instantes y cayó al piso del barco, mientras Jana seguía con la boca abierta, pero ahora con los ojos incrédulos.

La ballena les dijo que había llegado ahí, porque había escuchado el desesperado llanto de Jana, entonces acudió a ellos para ayudarles, y que además las ballenas no comen humanitos. Mikel se levantó del piso sobándose la cabeza, entonces agradeció a la ballena su ayuda para retornar sanos y salvos a su hogar en Dorestad.

Así, los niños arrojaron al agua dos cuerdas para que la ballena las tomara con su enorme hocico y los llevara de regreso a casa. En el camino, Jana le preguntó a la ballena por su nombre, la ballena le dijo que se llamaba Valkiria, la niña le dijo que tenía un lindo nombre.

Llegaron a la playa, Jomor y la madre de los niños, estaban alegres porque Mikel y Jana estaban de vuelta, sanos y salvos, la familia entera se reunió en un enorme abrazo.

Valkiria, se despidió de ellos lanzado un enorme chorro de agua al aire, entonces Mikel y Jana le agradecieron su ayuda desde la playa, mientras agitaban sus espadas de madera en señal de despedida.

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