Minificciones de Halloween 💀

Películas de terror

Por Jorge H. Haro

A Juan siempre le gustaron las películas de terror.

 Le encantaba presenciar las noches oscuras, en las que una sombra tenebrosa se desplazaba por los suburbios.

 Se deleitaba al ver al psicópata acechar a la víctima desde la oscuridad de los arbustos.

 Su corazón latía con intensidad cuando el hombre del cuchillo y la soga giraba el picaporte de la casa.

 Se inclinaba más y más hacia la TV de su sala, mientras el hombre de la máscara se acercaba al joven Juan, quien estaba distraído, viendo una película de terror.

Vida adulta

Por Alejandra Maraveles

El despertador hizo terminar mi pesadilla, aún con la respiración entrecortada y el sudor que perlaba mi frente, abrí los ojos, sólo para percatarme que debía ir a ese trabajo sin futuro, a seguir sufriendo por la partida de mi pareja en medio de una pandemia que parecía no tener fin. La pesadilla en verdad no había terminado.

El retrovisor

Por Missael Mireles

El chofer saludó a la radiante señorita que se había subido al auto. “Conduzca lento, no llevo prisa”, le susurró al oído. El hombre asintió, y miró hacia el retrovisor del auto.

   No vio reflejo alguno.

   Y no se percató del momento en que había estrellado el vehículo accidentalmente, pues un repentino dolor en la yugular nubló todos sus sentidos. Sintió aquellos colmillos penetrando en su piel, un líquido escarlata esparciéndose hacia su clavícula, y sus ojos se cerraron lentamente.

Posible herencia

Por Maggo Rodríguez

Me hubieras dejado otra cosa, no sé, tu reloj azul o tu sudadera gris. Me habría conformado con un libro, una carta o unas flores, para dejarlas marchitar y guardar sus pétalos en una cajita de cristal. Pero la muerte tenía prisa por llevarte y la galante señora te pidió que pisaras el acelerador a fondo. 

Me hubieras dejado otra cosa, no el corazón roto. 

Vueltas

Por Maggo Rodríguez

Era de noche y aunque la lluvia era tranquila, alcanzaba a empapar. Salió cojeando, con una herida en la pierna izquierda, el cabello despeinado y el dolor de una costilla rota. No sabía dónde estaba, sólo distinguió los cuatro pisos de un edificio rosa con dos esculturas de leones echados en la entrada. 

Había salido del sótano de aquel lugar, perdió la noción de los días que pasó en esa prisión clandestina y lo único que atinó fue correr como pudiera. Lo hizo sin rumbo fijo, esperando encontrar ayuda, cuando distinguió tras de sí un par de luces azules y rojas. Era la policía. 

Les contó lo ocurrido y que él notaría su ausencia, que pronto vendría por ella. Imploró a los oficiales que la llevaran lejos, a un lugar seguro, y ellos accedieron. La patrulla daba vueltas en las calles que ella seguía sin reconocer y menos con los vidrios oscuros. La unidad se detuvo y bajaron a la chica en un edificio rosa con dos esculturas de leones echados en la entrada. 

Vendí mi alma

Por Maggo Rodríguez

Negocié con el diablo mi alma y gustoso aceptó. No le pedí riquezas ni belleza, porque eso sólo lo goza la gente que vive y yo ya estoy muerta en vida. A cambio de una condena eterna, pedí saber la verdad y media hora a solas contigo. 

No hay nadie. Aquí mismo cerré el trato y él juró que ni Dios ni los ángeles estarían aquí, sólo tú y yo. Desde que mi niño se alejó jugando a tu parcela no le volví a ver. Como loca lo busqué y te pregunté si lo habías visto. Te negaste. 

Entonces Satanás me dijo toda la verdad, cómo lo mataste y dónde arrojaste su cuerpo. Por eso estamos aquí solos, tú, yo y claro, mi pistola.

El pequeño Marcus y la familia fantasma

Por Nicte G. Yuen

 El pequeño Marcus estaba terriblemente fastidiado con la sobrepoblación de fantasmas que en los últimos años padecían dentro de la comunidad de monstruos. Y es que, al parecer, cada día más humanos tenían a bien morirse con un cúmulo de asuntos pendientes que los mantenían como almas en pena. Papá vampiro siempre había preferido ignorar a sus vecinos fantasmas, eso de andar por todos lados jalando gruesas cadenas y soltando lamentos, estaba bastante pasado de moda. Sus hermanos, por otro lado, solían espiarlos cuando estaban aburridos, o lo que era aún mejor, asustarlos con la vieja historia de exorcistas. Para nuestro pequeño Marcus, eran una plaga tan repugnante como las ratas en el ático. 

Por eso, una madrugada con bajas temperaturas y fuertes lluvias, mientras la familia tomaba un batido de O positivo en la cocina; el pequeño Marcus decidió sacar todos los ahorros que tenía guardados para sus próximas vacaciones a Transilvania, y contratar los servicios de una médium que ayudara a esa plaga de fantasmas a ver la luz, ya fuera del cielo o del infierno, igual le daba. La pequeña Samantha también cooperó con sus ahorros para comprar murciélagos disecados, después de todo la causa de su hermano era la mejor idea que había tenido en la última década.

La semana de Halloween había increíbles descuentos por todas partes, y obviamente las brujas, videntes, médiums, espiritistas y hasta los exorcistas tenían ofertas y dos por uno. Con el dinero que habían juntado, a Samantha y Marcus les alcanzó para que al menos una docena de almas en pena caminaran hacia la luz; empezando por supuesto, por la familia de fantasmas que habitan la casona contigua a la suya. 

Y NO VIVIERON FELICES PARA SIEMPRE

Relación tóxica

Por Maik Granados

Ella, estaba cansada de su fría piel blanca. Él, aburrido de sorber su espesa sangre embrujada. Éste será su último aniversario, después de 400 años de matrimonio. Él, le pedirá el divorcio al llegar a casa. Si no acepta, la quemará viva en una hoguera en el patio. Ella, tal vez acceda a su petición, de todos modos piensa clavarle una estaca de madera de pino en el pecho, después de la cena.