Sobre la desesperación

Por Gastón Cejas

Luego de la extenuante jornada de trabajo en el astillero; un tipo, que podría ser cualquiera, caminaba y se perdía por las venas de la ciudad. Transitaba todos los caminos de igual modo, de tal forma que no existiese rumbo que fuera errado. Cada sitio que visitase lo encontraría idéntico al anterior. No hay destino equívoco para quienes torean la vida de ese modo. Ante sus ojos desvalidos, la ciudad se caía en pedazos y todos los lugares se convertían en posibles refugios. Las calles se volvían infinitas y se ablandaban a los descaminados, engulléndolos y ofreciendo cobijo cuando nadie espera.

Detuvo su marcha errante, en el intento por recordar el momento en que inició con ella. Tampoco pudo reconocer el motivo. En un cine de barrio, decidió recomponerse de su turbación. Entró y tomó asiento en las últimas filas. El azoramiento del tipo, empeoraba en la oscuridad de la sala. En pantalla, una gran tormenta castigaba un barco. Dos personas en el agua luchaban ya sin fuerzas por la supervivencia. Una pareja. Él, ya no lograba mantenerse en la superficie, y allí, flotando a un lado, ella. En su desesperación por seguir a flote, él, se aferraba con ahínco a lo único que encontraba cerca, ella. Olvidó por completo quién era y la hundió cada vez más buscando respirar. A pesar de los gritos de ella, y de sus vanos esfuerzos por quitárselo de encima, él la empujaba hacia abajo como si fuera un objeto más en el agua.

Nuestro menda reaccionó de su vívido sueño. Salió apurado del cine mientras las olas aún azotaban el fondo de la sala. La realidad disparó contra él. No dejaba de pensar en los gritos ahogados de aquella dama y la desesperación ciega del hombre que la hundía. Ya por las calles, más grises que antes, volvió a caminar.

Llegó hasta su casa, y parado frente a su puerta, se encontró con sus bolsillos inundados y la certeza de que él también había matado a alguien. La noche apenas comenzaba.

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